ENCIMA DE LA MUERTE
¿Nunca les dije cómo me llegan los poemas de mi padre? Él los selecciona, los mete a una USB, se los da a mi mamá, que dentro de su jornada laboral, más loca que trabajar
¿Nunca les dije cómo me llegan los poemas de mi padre? Él los selecciona, los mete a una USB, se los da a mi mamá, que dentro de su jornada laboral, más loca que trabajar
Hay peces espléndidos, tórridos, nada tontos, que nadan a profundidad. Sumergidos se salvan del arpón y el plato. Lucen escamas cerca de los ojos, en algún lugar del rostro: son rostriescamas. Otros peces menos
Desbriznan años en segundos, segundos en siglos. Siglos en minutos, minutos en milenios. Pul- verizamos tiempo para catequizarlo como polvo de maíz guisado en los calderos. Mantos espesos de ingenuidad y sombras se descorren y
Para Gabriela, siempre divina. Él le dijo DIVINA a ella. A ella nunca nadie le había dicho DIVINA. ¿Quizás porque aún, hasta ese día, no lucía en realidad DIVINA? ¿Porque solo fue DIVINA durante
Ilustración: Félix Guerra Detrás del sol viene otro sol. No se aclimata fuera del charco. Lluvia y luz forman un triángulo con la sed. La temperatura del aire arde en la sabana. Hierven
Fotos: cortesía de La Isla Infinita ENTREVISTA CON JOSÉ ADRIÁN VITIER, CREADOR DE LA PRIMERA EDITORIAL INDEPENDIENTE EN LA HABANA ¿Cuándo comienza la historia de estos libros a cuatro manos? Yo creo que
Ilustración: Félix Guerra Millones de granos de arenas, muros desmigajados por las catapultas, escarabajos, burbujeos, ballestas, danzas, tradiciones y conceptos de imperios muertos, continúan siendo feroces y roen de nuestros talones. Pegados a
Cuadro: Maria Soto Robbins La mirada del poeta se aclara si limpia sus zapatos. Si enjabona y raspa sus habitaciones. Si acicala labios y bigote luego del café. Cuando desaloja arsenal de rencores, la
El buitre olfatea la carroña que vienen a ser mis costillas. Se aleja, pañuelo en mano, sin asco, sin probar bocado. Relamo en seco, carraspeo mi garganta: inquietud clásica de sobreviviente. Limpio polvo de las
porque no preguntan. Ni llegan aunque pregunten: empa- can voces carcomidas de temor. Rumban sin norte, va- gan sin sur. Caminan en diagonal varados a la sombra de edificios contiguos. Al abrir paraguas, pa- raguas