Desbriznan años en segundos, segundos
en siglos. Siglos en minutos, minutos en milenios. Pul-
verizamos tiempo para catequizarlo
como polvo de maíz guisado en los calderos.
Mantos espesos de ingenuidad y sombras
se descorren y revelan insólitas nubes, estrellas apa-
recidas de la nada, soles descollantes y rutilantes cre-
púsculos diarios.
Chupé las tetas de mamá: una estadística
que entonces no llevaba nadie. Tomé la mano de pa-
dre no más de una decena de ocasiones, pero vi
valles y ríos, árboles y bosques, montañas azulando,
callejuelas y calzadas que se extraviaba en la mani-
gua, parques y monumentos bajo la lluvia, iglesias
carcomidas de luz, arrabales de aldeas y ciudades, es-
taciones de tren y mapas de estaciones.
No fueron resplandecientes notas escolares,
sin embargo leí textos, decenas o cientos de manua-
les, que aguardaban para mostrar siglos oscuros y mi
lenios de guerra. Primer tomo consignaba la gruta ro-
cosa asediada por felinos y miríadas de insectos
que abrumaban las noches.
Vivimos una vida, pero en realidad son 7 u 8 décadas,
o más o tal vez menos, 19 lustros o 9, o 2 mil millo-
nes de segundos, quizás con prórrogas, o unas 10 mil
semanas al hilo de astros desmenuzados en el parte
meteorológico.
En era de nanosegundos, guarismos crecen abrupta-
mente y disponemos apenas de un vistazo para calcu-
lar minerales y proteínas, aminoácidos y bacterias o fi-
bras y calorías incluidos en desayunos, almuerzos y
comidas.
¿Cuántos bits para trasladar un Sí o un No
al otro lado del planeta o deshojar la margarita digital?
¿Cuánta carrocería virtual para viajar a conocer pre-
dios remotos del Universo o museos de arte del viejo y
nuevo mundo?
¿Cifras de glóbulos blancos y rojos miden salud
con precisión clínica? Agregar cantidad de antibióti-
cos y vitaminas quincenales higienizando el curso
de la sangre.
¿Cuánto polvo atómico y células moviendo en contu-
bernio el carrusel de los órganos?
¿A cuánto ascienden tantos kilómetros fluidos
explorando trayectos venosos y arteriales durante, di-
gamos, solo un par de semestres?
¿Cuánta neurona cedemos al patrón o Estado (dueños
seculares) cada día, cada semana, cada trimestre, ca-
da año? ¿Y qué cantidad adicional en salmuera
aguardando el instante supremo y cenital de la jubila-
ción?
Cantidad de hombres y mujeres vivos es inferior
a número de teléfonos instalados en cualquier locación
del planeta. Ser es superado en su capacidad
de comunicarse, pero el entendimiento humano conti-
núa en picada.
¿Cuánta época invertí para obtener título
de médico, arquitecto, informático, abogado o ignoran-
te, o redactar algún imaginativo pero cada vez más
improductivo libro de poemas?
¿Luego de graduado pagar además por lo que invertí
al quemar pestañas tras pestañas durante intensas
jornadas quinquenales?
Entretanto, legiones de impuestos devoran piernas
que cuelgan al vacío, las jubilaciones se van distan-
ciando por los caminos de la edad.
A ver.
¿Cuánta moneda traslado en este instante
entre alcancía, billetera y bolsillos? ¿Cuánto disimulo
en bancos de créditos y servicios y cuánto atesoro
en bienes depreciados por el uso y fortunas devalua-
das por avatares de la economía?
¿Qué desembolso en moneda dura cada
vez que agrego un hijo al mundo y lo confío a médicos
y dentistas, cirujanos, psicólogos y a continuación pa-
go por sus estudios hasta las graduaciones? ¿Cuánto
recibo alguna vez por reforzar tanto fuerza
de trabajo como talento humano disponibles?
¿Cuánta renta en los últimos 30 años para gozar
de techo y mirar la Tele por las noches? ¿De qué soy
propietario real luego del sudor y los magros salarios
del último, digamos, medio siglo?
¿Luego de una jornada de labor y otra de siete
u ocho horas de sueño, cuatro de transportaciones,
dos para reabastecer y recibir y despedir parientes y
metabolismos, cuánta existencia libre semanal deven-
go para mí?
Promovemos el súper vocablo billón. Se emplea
para invertir en armamentos, pagar ejércitos, incre-
mentar tecnologías, desmenuzar y controlar a la po-
blación, espiar al vecino, comprar influencias y elegirse
nuevamente a las instancias supremas del Estado-
Gobierno.
¿De cuánto espacio dispongo para meditar filosofía,
arte, literatura, música, cine, religión, ideología y polí-
tica, ética y moral, así como para ocios creadores y al-
guna tarde de asueto?
¿Cuántas efemérides intercalarán aún,
historia por un lado y políticos por otro (para exaltar
devociones, patriotismos y sacrificios), a celebraciones
nativas y lágrimas anuales?
Mano aferró antaño alguna piedra y calculó
a ojo la cantidad de pájaro frito que desmenuzarían
luego los dientes.
Cacerías cotidianas mudaron a industrias procesado-
ras, que exportan con aceptable puntería y calidad. Y
en todas direcciones.
Lógica de la supervivencia soltó a ruedo novedosas
líneas de productos enlatados.
Fuego, pedernal, rueda y rueca, astrolabios y brújulas,
matemáticas, calendarios y relojes, imprentas, merca-
dos y bancos, hospitales y funerarias, desencadenaron
el resto de las revoluciones del motor.
Espiras en tropel, reguladas por las ganancias, multi
plicaron posesiones y dueños, dependencias y leyes,
horarios y honorarios, esclavitudes, feudos,
capitales y salarios, proyectos, técnicas y ciencias,
clases sociales y propiedades vitalicias y despropor-
cionadas.
Algo y alguien nos devora incesante la persona.
Tiempo y espacio concluyen emancipándonos de no-
sotros mismos.
Abriles cobijan. A la vez aferran por el cuello al indivi-
duos (tú y yo, cada vez más segmentados y depen-
dientes) y lo asimilan a sus cuantitativos y florecientes
señoríos.
Viví años en el tiempo, hasta que tiempo se apoderó
de nuestros años.
Retrato del hoy que no es ayer y es su consecuencia inevitable. Un mundo que intenta robotizar los sueños cambiando la reglas elementales de humanismo. En fin, Felo y su mano,como ojos y viceversa,universal.
“Algo y alguien nos devora incesante la persona.
Tiempo y espacio concluyen emancipándonos de no-
sotros mismos”
Felix Guerra