Hay peces espléndidos, tórridos,

nada tontos, que nadan

a profundidad. Sumergidos

se salvan del arpón y el plato. Lucen

escamas cerca de los ojos, en algún lugar

del rostro: son rostriescamas.

 

Otros peces menos suculentos,

sinastros, no se asoman jamás

a las estrellas, donde

no logran perder nada, ni la noche.

Ni el sueño.

 

Terceros peces, nublados habitantes

del aceite natural

de las aguas abisales, hasta huyen

de sus propias sombras.

 

De estos peces jamás

se oyó hablar en ningún libro

de cocina.

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