
Arlequín [Fragmento]
Los dueños se apropiaron de todo, por eso son los dueños. Amos de la comida –nuestra sed–, los ríos –nuestro trabajo–, la tierra –nuestras decisiones– y del cielo que nos mira.
Relatos y Cuentos
Los dueños se apropiaron de todo, por eso son los dueños. Amos de la comida –nuestra sed–, los ríos –nuestro trabajo–, la tierra –nuestras decisiones– y del cielo que nos mira.
Parpadeó en mi memoria lo ya vivido un año atrás, y que ahora evocaba como en un sueño odioso y recurrente. La misma sensación de extrañeza al descubrir el cartel de Agonías, los frasquitos de
ELLA: ¿Qué hiciste, flaco? ¡Lo mataste! EL: ¿A quién? ELLA: ¿Cómo a quién? ¡A ese tipo! ¡El que está tirado al lado tuyo! EL: Ah… ¿Ese? No, no está muerto. ELLA: ¿Cómo que no? A
El Payaso Primer viernes de mayo y la ciudad comienza a doblarse sobre sí misma. Un autobús lluvioso a las seis de la tarde, rumbo a los suburbios. El payaso vestido de azul y amarrillo
No sé cómo terminamos en aquel departamento frente al cementerio municipal, pero ignoro tantas cosas que esto es lo de menos. Congelados en los inviernos, cocinados a fuego lento en los veranos, así era vivir
Es casi una regla general que las cosas no sean como uno previamente las imagina. Incluso, que resulten ser exactamente lo opuesto. Por eso no me sorprendió descubrir que ese extraño negocio anidara muy lejos
Llegué una hora tarde a la fiesta de Carla. Lo hice porque siempre soy el primero en presentarse a todas las reuniones y nunca hay nadie con quien platicar excepto el anfitrión, que la mayoría
Tranquilo, comisario. Déjeme explicarle. Este cuerpo corresponde al que fuera uno de mis vecinos más intolerantes. El que más fuerte murmuraba. Eso hacía, antes de que se convirtiera en pollo.
—Aquí estaba la imagen de Eva, fíjese que la había puesto en un lugar que se podía ver desde cualquier lado. Rojas le dijo a mi padre que si volvía a saber de alguna escultura de Evita en esta casa, nos mataba a todos.
ese momento había llegado: sucedió un viernes que, al entrar a una librería, percibió en el aire el dulce y añorado perfume de la mujer que más había amado en la vida. Como le sucedió a Proust con la madalena remojada en té, retrocedió a una época en la que verdaderamente había sido feliz.