Química romántica

El encuentro entre dos personas es como el contacto entre dos sustancias químicas:

si se produce una reacción, ambas se transforman.

Carl Gustav Jung

El amor no puede contarse, leí en algún sitio. Y es que, sin importar cuánto lo intenten poetas y juglares, definir el amor es ardua tarea. Ustedes dirán que no es posible, no es un asteroide fuera del alcance de los sentidos o del telescopio de la imaginación. ¿Quién no ha estado enamorado alguna vez, o muchas veces? ¿Quién no ha sentido ese rubor, ese vals de mariposas que antecede al encuentro, esas ganas inmensas de andar de la mano, mirar a los ojos, besar, esa opresión en el pecho que invita al abrazo? Imagino que todos. Y aun así, parece imposible hacerle una taxonomía estricta, encerrarlo en un concepto inapelable. Quizás porque hay tantas definiciones del amor como personas enamoradas.

Sin embargo, hay algo que sí sabemos: la química es la celestina anónima del enamoramiento. La metiche que invade y conquista el territorio con pequeñas moléculas. El héroe y el villano del thriller de emociones. Desenmascaremos de una vez a los culpables, en orden cronológico.

Hasta aquí el viaje químico del enamoramiento. No sé a ustedes, pero a mí (siempre los peros) me quedan todavía algunas preguntas.

¿Nos enamoramos igual hombres y mujeres?

Lamentablemente, la respuesta es no. En la primera fase del enamoramiento, la mujer recoge información a través del oído, el hombre a través de la vista, y ambos a través del olfato. Eso no es todo. En nosotras, la dopamina activa zonas del cerebro asociadas a la memoria, por eso necesitamos más tiempo de romance. En ellos se activan las zonas cerebrales relacionadas con los estímulos visuales y pueden enamorarse más rápidamente. Además, ¿qué creen?, el área que se activa durante el sexo y que produce dopamina es un 70% mayor en las mujeres que en los hombres. ¡Uf!

¿Tiene el amor fecha de expiración obligatoria?

Afortunadamente, la respuesta a esta pregunta también es no. Aunque el enamoramiento no sea más que un coctel químico potente, ¡muy potente!, es solo la antesala del amor. De uno a tres años intensísimos. Después de la genial tormenta, llega la calma y la calma puede ser feliz. Aquí arriban, si tenemos suerte, la conjunción de valores, el cariño, la admiración incluso y el apego. La transición del “te deseo” al “te quiero”. La química no se rinde. Se segrega, además de oxitocina con caricias y arrumacos, vasopresina y endorfinas. Estas últimas tienen estructura parecida a las de morfina y otros opiáceos. Generan seguridad, bienestar, paz. Para los escépticos, la antropóloga Helen Fisher ha observado que, en personas que aseguran seguir enamoradas después de muchos años, están activas las mismas áreas del cerebro que en los enamorados recientes. Solo hay una excepción, la que provoca ansiedad.

¿Qué hacer cuando se acaba el amor?

En el final terrible, cuando la persona se aleja o la relación termina, los químicos metiches nos abandonan. Arremeten la frustración, la angustia, la tristeza. El cerebro, adicto empecinado, necesitará tiempo para recuperarse, para encontrar aceptables los nuevos niveles de dopamina y demás jolgorios. ¿Está todo perdido? ¿Tenemos que resignarnos al corazón roto? ¿Y la felicidad?

No, no todo está perdido. La felicidad tiene su propio cuarteto manejable. Si han leído hasta aquí, lo podrán adivinar: endorfinas, serotonina, dopamina, oxitocina. Y sí, hay otras formas de activarlas. Aquí van algunos ejemplos, no serán recetas infalibles, pero pueden ayudar. Seamos honestos, cualquier ayuda es bienvenida en estos casos.

  • Para aumentar endorfinas: comida picante, películas tristes, bailar, cantar o trabajar en equipo, cualquier actividad que potencie la unión social.
  • Para aumentar serotonina: Pensar en recuerdos felices. Ya lo sé, no es fácil justo ahora que andamos deprimidos, ¿y entonces? Mirar fotos asociadas a esos buenos recuerdos o hablar con amigos que nos refresquen la memoria. Alternativas: salir al sol, recibir masajes, hacer ejercicio físico (correr, nadar, andar en bicicleta), establecer objetivos a corto plazo, pequeñas metas y celebrar cuando se cumplen.
  • Para aumentar oxitocina: Abrazar, abrazar mucho, dejarse ir en el abrazo. También dar o recibir regalos, organizar una comida agradable con seres queridos.
  • Para aumentar dopamina: Escuchar música, la favorita; agradecer y demostrar la gratitud sin timideces; disfrutar los pequeños placeres de la vida; evitar el café; descansar; practicar yoga; aprender cosas nuevas. Sorprenderse. En un museo, un concierto, un buen libro, en la belleza natural que nos rodea.

Ya no parece tan difícil, tendremos que intentarlo.

En resumen, el romántico no es el corazón, es el cerebro. Pero, ¿acaso importa? No, no importa quien dirige la orquesta caótica de emociones intensas, incluso contrapuestas, seguiremos amando, buscando ese bálsamo y sufriendo cuando termina. No solo somos seres sociales, somos seres amorosos y necesitamos de él, del amor, para sentirnos completos.

Espero no haberles arruinado el próximo romance.

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