Llevo meses tratando de reseñar Vida con mi viuda. Las causas son múltiples: primero quería esperar a que se me pasara el entusiasmo y pudiera ver el libro de manera objetiva; segunda, fue el tercer libro de José Agustín que leí en poco tiempo (los dos anteriores fueron Ciudades desiertas y Arma blanca) y necesitaba pensar sobre todos en su conjunto, y sobre este de manera independiente.
Sin embargo, la más importante de todas las razones fue que leí una crítica mordaz sobre esta novela y su autor en un sitio de cuyo nombre prefiero no acordarme. Francamente yo disfruté la obra, y disfruté también las anteriores. No me mataron ni son las novelas de mi vida, y quizás no volvería a leerlas nunca (eso solo se hace con los libros de los amores, prohibidos y no), pero a mí, extranjera, me ayudaron a armonizar un poco la realidad mexicana de diferentes épocas.
Luego supe que hay demasiadas tiranteces entre unos y otros escritores mexicanos. Pero me alegra que mi ignorancia me permita deshacerme de esas limitaciones a la hora de valorar un libro. Espero que esto le pueda servir a lectores puros que se estén encontrando con la rica literatura de este país.
«Vida con mi viuda es un juego de espejos donde lo real se desdibuja con el soplo de lo intangible, y lo inexistente cobra vida en el lecho mismo de la muerte. Una historia de misterio tan provocadora y divertida como perturbadora y enigmática».
El protagonista, un director de cine casado con la nieta de una sabia chamana indígena de Oaxaca, ve morir a un hombre idéntico a él. Por una extraña razón decide tomar su identidad. Su objetivo inicial es ver cómo va a asimilar su bella esposa la viudez. Vivir su familia desde afuera, desde el más allá. Sin embargo, con el cambio también debe cambiar de vida. Muy pronto descubre que el fallecido era un hombre turbio, ligado a una secta mafiosa.
Más allá de dimes y diretes sobre esta novela y su creador, Vida con mi viuda fue Premio Mazatlán de Literatura 2005. Mi recomendación es que vas a pasar un buen rato con ella.
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