En La orilla de los nadie, Montse Ordóñez atraviesan las sombras que hacen de un mar, el mar: orillas, márgenes, confines, límites… Tuve la oportunidad de estar en Barcelona el día que la poeta catalana llevó por primera vez su poesía al público vivo, para una concurrida audiencia donde se adivinaban caras de quienes ya la querían antes de sus versos. Montse se ha dedicado, además de su labor lírica, a crear puentes en el mundo de las letras y las artes, y darles luz a muchas voces. Yo he sido de esas privilegiadas, así que mis comentarios no están exentos de agradecimiento infinito, pero son, puedo jurar, objetivos y justos, como es ella con sus colegas y amigos.
La orilla de los nadie es una colección intimista, por momentos muy cercana a todas las almas, que brota en torrente desde el alma humana de quien escribe. A veces Montse atraviesa la orilla de los nadie, y otras regresa a la orilla de los todos, porque en sus versos transitan las extremos múltiples.
Algunas de sus imágenes despiden una belleza tremenda; otras, duras y lacerantes, enfocan ojos de vidrio y duelen y son tristes, porque la vida es triste.
Me costó escoger un poema para esta nota. De hecho, terminé seleccionando dos, que vienen seguidos, y que son una representación de lo que el lector va a encontrar, amén de que la poesía de Montse, como la buena poesía, nunca termina en los versos recién escudriñados… sus límites, como sus orillas, son inalcanzables.
Hoy, a pocos días de que la autora presente su obra en Miami, recuerdo haberla escuchado decir en Barcelona que este libro ya había dejado de ser suyo. Hoy, que escribo, es mío. Pero mañana me gustaría que fuera de ustedes, que tocara sus márgenes como ha llegado a acariciar mis fondos y sensibilidades.
Gracias Montse.
Balada triste para una madre ausente
El corazón de los hombres
Tiene huecos y perdones
El tuyo, madre
Grietas y ventanas donde la dignidad
Aparece envuelta en llanto
El desierto carece de sentido
Y en el mar
El grito mudo de tu ausencia
Pesa y duele
Como un verano
Sin sol
Como una tristeza
Sin pena
Elegía de un hombre solo
Llevas en ti un teatro
Un trapecista
Una cajita de música
Y una carpa de circo
Aceite de jengibre
Esencia de bosquejos
Anaqueles de otra historia
Un réquiem
Y dos sonetos
Llevas en ti una depresión
Una ira
Dos sonatas
Una guitarra
Y un diccionario de llantos
Con eso caminas
Haciendo de las calles
Una elegía fingida
Sufriendo de hambre vieja
Frío de tres inviernos
Y las fiebres de un noviembre
Pobre de ti hombre solo
La intransigencia de la humanidad
Convirtió tu futuro
En un holocausto