Las cabezas trocadas, Thomas Mann

Aunque yo, precisamente, no haya subido la Montaña mágica de Thomas Mann, sí he trocado mi cabeza a lo largo de un camino que no sé dónde empezó y cuyo final desconozco soberanamente. Así como a sus personajes, se me trocaron cabeza o cuerpo y, lo que es peor, no sé cuál de ambos. Ahora observo con ojos que me hacen pensar en miradas anteriores a la mía. Los recuerdos antiquísimos se mezclan a veces con imágenes propias, y ya no sé qué he vivido yo o esa con la que me troqué. ¿Quién dice que no sea el cuerpo lo que no me pertenece? Agradezco por sus senos altivos y las piernas largas, y me lamento de todos los males físicos que lo acosan y que, sin embargo, están tan vinculados con los horrores que circundan mis neuronas al despertar cada mañana o a la hora de leer a Mann.

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