Me hubiera gustado escribir esta reseña terminando de leer el libro, como en otras ocasiones, porque es cuando más pasión traigo. Pero en ese momento yo aún no escribía para Letroactivos. Mala suerte. Intento traer a estos días la experiencia.
Tengo un amigo cubano que solo conozco por medios electrónicos. Supe de él un día, no recuerdo cómo, hace alrededor de tres años; el tiempo que llevo en este país. Ese amigo es un gran lector, y los meses iniciales de amistad los pasamos hablando de libros al menos una vez a la semana. Él fue quien me contó de El hombre que amaba a los perros por primera vez. Sucede que una conocida suya es amiga de Leonardo Padura, o algo así, y él está enteradísimo de lo que publica o está por publicar el autor. A veces incluso lee sus libros antes de que salgan al mercado, o no sé si esto último es producto de mi imaginación. El caso es que me pidió que no dejara de ojearlo.
Ya me había olvidado de su efusiva recomendación cuando descubrí el libro en una sala de una casa y lo pedí prestado. Debo aclarar que soy de las que devuelven los libros (por tonto que parezca), a menos de que quien me los preste no me haya devuelto alguno mío (ojo por ojo…). Devoré El hombre que amaba… y tuve que darle la razón a mi paisano: es una obra genial. Yo, que había leído varios años atrás las novelas policiacas por las que premiaron a Padura (también cubano), les aseguro que esta obra no tiene comparación con nada suyo anterior. Finalmente lo compré y se lo envié de regalo a mi padre, asumiendo que no sería publicado en Cuba, pero sí lo fue.
Básicamente la novela está narrada en primera persona por un joven y pobre (económicamente) escritor tras los años de la peor crisis cubana (los noventa). Este conoce en la playa a un personaje que va a cambiar su vida y el rumbo triste por el que merodeaba su obra. Pocos encuentros con el misterioso personaje lo llevan a abundar más en los relatos que este le comparte. El resultado es el libro en cuestión: un recorrido histórico internacional desde el triunfo de Stalin en Rusia hasta años después del fin de su era. Su deseo de vengarse (el de Stalin) de quien es considerado su principal enemigo, León Trostky —asesinado en México por Ramón Mercader después de un largo destierro—, marca el punto álgido de esta obra magistralmente narrada.
Barcelona, París, Moscú, México, La Habana, entre otros, son escenarios de esta historia que, en mi opinión, consagran a Padura entre los grandes de la literatura latinoamericana actual. Este es de los libros muy complejos para ser contados pero muy seductores a la hora de ser leídos. Créeme.
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http://letroactivos.com/el-hombre-que-amaba-a-los-perros-leonardo-padura/