Hoy tuvimos un amanecer caótico en Lagny-sur-Marne. Mi cuñada había salido temprano, hasta París, porque necesitaba buscar unas cosas que le habían traído de Cuba, y las 8:30 am era la única hora posible para encontrar a su contacto. Al regresar a casa, se dio cuenta de que no podía entrar porque había extraviado la llave. Tocó el timbre y Agnés se sobresaltó con el ruido, y yo también, pero los adultos debemos hacerle creer a los niños que esas nimiedades no nos dan miedo.

Como no nos dimos por aludidas al sonido del intercomunicador, me habló por teléfono para decirme que estaba afuera. Su llave la encontré colgada en la puerta. Ella llegaba bajo la lluvia, cargada, húmeda, fría y con hambre.

Para ese entonces Agnés y yo llevábamos una crisis matutina a sus peores consecuencias, porque ella amaneció en el modo “mi mamá no hace las cosas así”, y yo ya estaba desesperada, sin poder vestirla, asearla, darle de desayunar. El resultado había sido un castigo sobre la cama, sin poder bajarse porque no quería ponerse las medias y el pantalón. Al tiempo, sosteníamos una conversación filosófica y en lenguaje amable, donde yo trataba de entender por qué una niña de 4 años dice que se va a portar bien y no lo hace. Obviamente la del problema filosófico soy yo, para ella todo es muy sencillo. Ayer le dije mientras tocaba rumba con unos palos sobre una lata: “¿por qué no dejas de hacer ruido?”, y me respondió: “yo no estoy haciendo ruido, estoy haciendo música”. La verdad, me fue imposible encontrar un argumento válido para replicar.

Luego empezó la incidencia del cargador de la laptop. Desde que llegué a Francia mi cuñada y yo estamos pensando cómo resolver el problema, porque mi lap tiene norma americana, y por tanto suele conectarse a 110v. Aquí todo es 220v. Mientras yo me ponía histérica, mi cuñada buscaba en internet si hoy, además día feriado, habría alguna tienda en París donde pudiéramos comprar un transformador de corriente para trabajar, leer, comunicarme con el mundo, etc. Transformador que iba a costarme al menos la entrada a dos o tres museos.

Después de revisar mil sitios de internet donde tener alguna noticia sobre mi Dell, o mi cargador, o una tienda, o un transformador, o un regulador, o lo que fuera, y con los últimos minutos de batería que le quedaban a la lap, le hablé a un viejo amigo, al que pronto iré a visitar a Madrid, y en dos minutos echó por tierra todas mis preocupaciones sobre la física, la electrónica y la economía. “El 99.99% de las laptops recientes son autovolts”, dice, igual los móviles y demás. Ahora veo que con el celular no tuve tanto escrúpulo y lo colgué a la primera toma que encontré a mi llegada sin consecuencias negativas.

Afortunadamente, para ese momento Agnés y yo habíamos hecho las paces, y ella intentaba darnos de desayunar unos “huehuitos” hechos con plastilinas de colores, y un agua que por alguna razón quería calentar. Mi cuñada veía en la tele un show de comedias y al mismo tiempo respondía una solicitud por internet de algo importante. Yo empezaba a escribir esta crónica, que debía detener cada tanto por una cucharada de huevos de plastilina, o por un chiste simpático en la tele, o un comentario de mi cuñada, o un grito de Agnés sobre alguno de los temas de la existencia cotidiana. Imploraba por dos minutos de silencio, que apenas acaban de llegar; así que termino este relato antes de que comiencen las crisis de la tarde. Esas ya se las contaré mañana.

Cuántas veces en mis soledades diarias he ansiado un caos como el de esta mañana. ¡Nada como la familia!

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Elder
May 1, 2015 6:49 pm

NO SABES LO FELIZ QUE ME HACEN TUS HISTORIAS PORQUE NUNCA ME HE IDO DE USTEDES. UN ABRAZO BIEN REPARTIDO!

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Ely
May 3, 2015 3:49 am

Gracias Gaby!! Mil Gracias, y por no dejarnos al margen de ese día! Espero las siguientes!

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Marina Rey
May 4, 2015 11:17 am

Muy buena tu crónica de una mañana en familia. Me recuerda tantas compartidas. Creo que, a pesar del caos que motivó la crónica, cuando la escribiste tenías, como decimos acá, “el santo claro” porque resumiste, atrapaste diría yo, muy bien la escena, de tal modo que casi podemos “verla”.

Ah, y no dejes de escribir otras, que también yo ansío con frecuencia nuestros adorables y cotidianos caos.