A veces, mirándome críticamente, y a la gente alrededor, tengo la sospecha de que el tema de la emigración y las nostalgias está agotado. Leo blogs interminables sobre cómo somos los cubanos fuera de Cuba, y con el tiempo apenas logran arrancarme una sonrisa. Los estereotipos están hechos y están en todas partes, y quizás yo en mis escritos, los publicados y los inéditos, he abusado de ellos. Solo espero que el día que los inéditos dejen de estarlo, no sea realmente tarde.
Sin embargo, hay emigrantes muriéndose en el mundo, tratando de atravesar fronteras o el mar implacable para llegar a una vida mejor. Hay niños pereciendo en playas desconocidas, que se hacen famosos después del último aliento y la posición adecuada en las arenas solitarias. Hay gente cruzando todos los días esta frontera que nos separa a los latinoamericanos del gran imperio norteamericano, y siendo secuestrada en ella, aniquilada, violada o robada. Cuando pienso en eso, cuando repaso la literatura moderna y veo innumerables títulos que siguen tratando el tema con el mismo estoicismo y simplicidad de siempre, me digo que no, que no, no está agotado, que todavía hay mucha tela por donde cortar.
Mi viejo dice que es el tema más antiguo del hombre; yo lo pondría en el primer lugar con un par de ellos. Pero sí, la trashumancia nos ha acompañado a todos los seres en el ejercicio de sobrevivir. ¿Por qué le damos ahora tanta importancia? Quizás porque antes viajaban las familias todas, juntas, o las manadas, o las bandadas o las manchas. Y hoy día, al menos los humanos, viajan solos. Y esos humanos podemos pensar y además llenar miles de líneas y fotos de nostalgias insignificantes para la mayoría. Porque no se sufre lo que no se vive.
Por eso diviso la posibilidad de escribir, si acaso, para un grupo reducido de personas; para esos que pueden entender mi sentimiento de soledad o mis padecimientos incurables de nostalgia. Y aun así me siento fuerte, porque, quizás sea yo una afortunada escritora diletante con un público cautivo, algo que a muchos les gustaría tener.
Hoy comparto un poema que me regaló una amiga, y que de mucho me ha servido en el viaje. Hoy que extraño todo lo que fui y lo que no soy, que la vida me recuerda cuán lejos están los que quiero más, sonrío, retrato un par de escenas,  y me tomo la osadía de dirigirme a los emigrantes del mundo, sabiendo que yo, posiblemente, jamás regrese a mi Itaca…

Viaje a Itaca

Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.
Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.

C. P. Cavafis.

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Guest
September 15, 2015 6:02 pm

Está bueno, Gaby, pero ¿por qué siempre tienes un “jamás” para el regreso? Itaca te espera.
Yo siempre sueño con esa vuelta grande!!
besos
Dano