El último de los poetas malditos…

Foto: Gabriela Guerra

El último de los poetas malditos, ese ser de luz y de tinieblas, que lucía con autenticidad todos los rasgos del primero de los calificativos, ha muerto. Paco (Francisco Martínez Negrete), querido, amigo, príncipe entre las mujeres hermosas, poeta del corazón, entrañable, ya no está.

Puedo recordar muchos momentos; Paco era de esas personas que siempre te hacen sentir que estás asistiendo a un instante único: en un concierto de Santana, en una borrachera triste de fin de año, en una obra de teatro, entre las líneas lacerantes de sus poemas… Un día me dijo que él no tenía imaginación, por eso escribía poemas de su vida real. Pero la vida de Paco no fue nunca real. O fueron tantas vidas, que ni él mismo podía contabilizar las que había salvado, siempre por accidente.

“Hace años debí haberme muerto”, me dijo también, y se vino a morir cuando ya había creído que era de verdad inmortal. Quedaron sus versos, su risa ronca siempre atorada por un ataque de toz o un cigarrillo, sus cuentos fabulosos de la Ayahuasca y de la India, el brillo de unos profundos ojos verdes que en más de una ocasión presentí podía fenecer.

Paco se ha ido. Me niego a decirle adiós. Sostendremos ese diálogo interminable, y dejaré que sea parte de esa sucesión de fantasmas que me visitan, que llegan sin avisar, que se beben hasta la última esencia de vida y hacen de ella un hermoso poema de amor.

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