Carta a Santa… sin acuse de recibo

Me he impuesto una gran tarea, escribirle a Santa Claus. Y se preguntarán ¿qué tiene de extraordinario? Tengo mis razones. Para empezar, crecí en un país en el que casi nadie creía en Santa. Si bien mis padres me daban regalos por esas fechas, Santa no era intermediario, ni se llevaba los méritos; tampoco me traían exactamente lo que yo deseaba porque no tenía la oportunidad de encargarlos. La mayoría de los niños se sorprenden cuando, a determinada edad, descubren que no existe Santa ni llega en un trineo tirado por renos en la madrugada, mientras duermen. Yo me sorprendí cuando, a determinada edad, supe que Santa existía, o existía el personaje que llegaba como polvo mágico a traerles a los niños los regalos que habían pedido, si se habían portado bien y sus padres tenían dinero (muy importante). Lo del telescopio con que Santa mira todo, eso sí nadie se lo creyó entrado el siglo XX, ¿verdad? Imagínense ¿cuántos ladrones, mafiosos, gobiernos, grupos radicales, fundamentalistas, presuntos pacifistas, narcotraficantes no estarían detrás del aludido telescopio?

Por alguna razón, esta Navidad Santa despertó mi curiosidad. Ya más aclimatada al país, comienzo a digerir sus tradiciones, las propias y las adoptadas. Como nunca había vivido estas fantasías, y menos le había escrito una carta de solicitud a alguien que no sabía que existía, he pasado días pensando en el asunto y tratando de desenrollar su maraña logística.

Para no hacerles el cuento largo, llegué a la conclusión de que Santa debe tener una de las empresas de mayor producción y más lucrativas del mundo. Leí sobre la historia y los orígenes de la tradición (muy variados, por cierto), y me hice una pregunta que no figura en ninguno de los escritos que repasé:¿cuántos niños hay en el mundo? En dependencia de ello, sería más fácil, o no, comprender la labor de Santa. Encontré todo tipo de datos. La Unicef no pudo decirme, porque la página no estaba available, y otros sitios dieron respuestas diversas: desde cifras imposibles, hasta otras probables de las que no tengo confirmación. Como soy una periodista que se respeta, no juego con datos no corroborados. Lo más curioso fue que encontré un termómetro mundial cuyas estadísticas se están actualizando cada segundo, las ves moverse aceleradamente de manera que nunca tienes un número fijo. Había de población mundial, automóviles producidos, tweets enviados, personas desnutridas, días hasta el fin del gas, entradas de blogs escritas (todavía no incluían esta), suicidios, cigarrillos fumados, abortos, dinero destinado a videojuegos y más. No había un conteo, ni medianamente actualizado, de la cantidad de niños que hay hoy en el planeta. Entiendo, claro, que todas estas cosas que he mencionado son más fáciles de contabilizar que los niños. De hecho, cuando por fin cargó la página de la UNICEF, encontré un informe de, ¡oh sorpresa! este mes, donde explicaban que los nacimientos de casi 230 millones de niñas y niños (por aquello de la equidad de género) menores de cinco años no están registrados: uno de cada tres de todos los infantes. Este último dato me llevó al aproximado de 690 millones de niños menores de cinco años en el mundo.

Sin embargo, la edad de descubrir que Santa no existe oscila, según mis aproximaciones, entre los seis y 10 años. Algunos ingenuos se enteran después, pero ese es otro problema. Pongamos, para no demorar más esto, que hay mil millones de niños en total en el orbe. De esos, quitemos la mitad, por disposición propia, cuyos papás no tienen dinero, viven en la pobreza, o en la extrema pobreza, o en zonas marginadas, refugios, orfanatos, entre otras. Santa tiene entonces 500 mil niños para llevarles regalos todos los años. Si él hace los regalos ayudado por duendes, debe tener una industria inmensa y muy variada para complacer a pequeños de todas las latitudes y estratos sociales. Asimismo, poseerá un ejército de duendes que trabajen terribles jornadas, con el objetivo de tener listos los obsequios de medio millón de chamacos, desde las fechas en que llegan los pedidos hasta que se les entregan, apenas unos días después. Si Santa comprara los regalos y luego los llevara, el trineo debería ser más veloz que la alfombra de Aladino; ¡NO!, tendría que ser el mismísimo genio de la lámpara. No olvidemos que los regalos deben ser entregados a las 12:00 en punto de la madrugada a todos los niños (aunque es común cierto retraso, y es comprensible).

Pongamos que sí, que Santa tiene una alfombra voladora y supersónica…

¿Cuántos regalos le caben? ¡Ahhh!, noooo; verdad que Santa tiene un trineo tirado por renos; perdonen mi falta de costumbre con la tradición. Pero… igual, ¿dónde mete tantos regalos? ¿En el saco mágico? ¿de qué está hecho ese saco? Si fuera así de potente, habría tanta gente en el mundo detrás del saco de Santa, como de su telescopio, y seguramente de otras pertenencias por el estilo. Pero dejemos a un lado el saco, y consideremos que transporta las bicicletas, Xbox, supercomputadoras, carritos y helicópteros por control remoto, trenes con sus vías, patines, y otras novedades en su trineo. Calculemos que le quepan 50 regalos, equivalente a 50 niños (lo cual sabemos no siempre ocurre: hay niños avariciosos que piden mucho y padres pudientes que les dan todo). Santa tendría que dar 10 mil viajes en la noche de la Navidad para llegar a cada rincón de la Tierra, y esto incluye atravesar Siberia, Alaska y la Tierra del Fuego. ¡Imposible! Ahora comprendo que los niños deben empezar a darse cuenta de que Santa no existe cuando aprenden matemáticas. Santa es, pues, un personaje para niños ignorantes.

Pero volvamos al escenario donde todo es posible. ¿Qué hace Santa para garantizar la entrega de los regalos a cada uno de los 500 mil niños, si las cartas de pedidos llegan poco antes de la Navidad? ¿Dónde vive Santa para que nadie lo vea los otros 364 días del año? ¿Cuán lucrativa es su industria y quién se beneficia? No trataré de responder todas las preguntas que se nos ocurran, porque entonces no terminaré para Nochebuena, y le arruinaría la fiesta a quienes confían en el gordito bonachón y generoso.

Santa vive en el Polo Norte, me dicen cuando intento averiguar su paradero. Mas, el origen de la tradición viene de lo que es hoy Turquía. Su historia dio vueltas y vueltas a través del mundo en cuerpos y nombres muy disímiles. En la actualidad,  se postula que su hogar puede estar en Laponia sueca, Laponia finlandesa y Groenlandia, o quizás en todas partes; al fin que Santa y su gran industria parecen ser omnipresentes.

Lo más oscuro viene a continuación; al menos del Santa del siglo XX, tal como lo conocemos. En 1931, se dice (a mi no me crean), Coca-Cola encargó a un pintor remodelar la figura del viejito repartidor de regalos, a fin de hacerlo más humano. Para muchos es una leyenda urbana la creencia de que el color rojo y blanco le viene a Santa de los anuncios de la trasnacional refresquera (que justo ese año, iniciaron con los mencionados colores);  para otros, no tanto. Si bien es cierto que aquellos publicistas no fueron los primeros en representarlo con esos tonos, tampoco era usual que Santa se vistiera justo con los matices insignias de la gran empresa. Antes, el color predominante era el verde. Yo quisiera saber si Santa cobró por ese promocional, cuánto y en qué invirtió el dinero. Seguramente alguna pieza descompuesta, y necesitada de capital, habría en su gran fábrica.

Pese a todo el rollo social de que los niños pobres y de la calle no reciben regalos, de que los colores de Santa están vinculados a los de “esa empresa”, de quiénes son sus proveedores, en qué condiciones trabajan los duendes y por qué nadie va a auditar su compañía, la pregunta que yo realmente le quiero hacer a Santa es: ¿por qué no me trajo regalos? Yo lo hubiera esperado debajo de la chimenea imaginaria, con los calcetines abiertos y los ojos cerrados, y de seguro no estaría haciendo ahora preguntas incómodas, que quedarán, seguramente, sin respuestas. Al final, a todos los niños nos encanta la idea de que nuestros padres trafiquen con la figura de Santa. Yo no tengo nada que reprocharle a los viejos,  pero me quedé con varios pedidos anotados y una carta sin acuse de recibo.

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Guest
Norka
December 21, 2013 10:35 pm

Beuno, un dia como este (19 dic) nos llegó un pequeño ser a nuestras vidas (A4manos), que vino a robarnos un poco de nuestro corazón y….quizas pronto tengamos que hacerle “la historia” de Santa. jajajaja.
UN BESO MANITA