“Amigas para siempre”

Foto: Gabi Guerra

Crónicas de España

“Cuando apenas teníamos 15 años, o incluso algunas de nosotras aún no los habíamos cumplido, llegamos al Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas, Vladimir Ilich Lenin, Calabazar, La Habana, Cuba. Era imposible saber entonces los destinos que tomarían nuestras vidas, pero de algo estábamos seguras, seríamos amigas para siempre”.

Es genial cuando uno tiene esa edad tierna y cree en la felicidad eterna y en las bellezas más fácilmente corrompibles, como las del tiempo… Mi sorpresa fue mayúscula cuando 18 años después de aquella pubertad, más de 10 de la todavía mejor vida universitaria, y a 7 del último reencuentro, descubrí que más allá de las memorables calles de una ciudad española, en Barcelona me esperaba un amiga que había cumplido la promesa adolescente: la de ser amigas para siempre.

Yo hubiera querido dedicarle esta crónica catalana a Antonio Gaudí, porque en aquella villa modernista, con más historia de la que soy capaz de contar aquí, todo es Gaudí. También porque cuando el sol salía, y el cielo de Barcelona se ponía de ese azul templado que algunos de sus admiradores han inmortalizado en letras, yo salía de la calle Padilla, número 723, doblaba la esquina, y lo primero que se estrellaba en mi iris era la más grande obra del arquitecto: La Sagrada Familia, un templo siempre inacabado donde se respira densamente, en cada arquitrabe, el espíritu genialmente excéntrico de Gaudí.

Yo hubiera querido dedicarle esta crónica a Gaudí, pero no lo haré; quizás esos terribles fantasmas que son el tiempo y la nostalgia me obliguen a hacerlo en una futura ocasión. Ahora, y aunque resulte cursi, quiero hablar de los sentimientos de esos días pasados. De cualquier manera en este espacio yo tengo el privilegio de hablar de lo que se me antoje, y los lectores el derecho a elegir si lo leen o no. Esa cofradía venturosa que, por desgracia, logro establecer con muy poca gente.

En Barcelona sentí que yo era un pedacito de ciudad; me regresó allí ese sentimiento de creer que uno pertenece al suelo que pisa, que tal vez estoy olvidando, tal vez renovando a cada instante. Quizás esa sensación respondía a la compañía de la amiga de la juventud; es muy posible que el aire salitroso del mar me cegara otra vez con sus promesas de marinos y pescadores; pienso que gaviotas y alcatraces devolvieron a mis ojos los paisajes difusos frente al malecón habanero.

Tuve la doble, triple, cuádruple satisfacción de pisar las piedras de un nuevo puerto, de descubrir otro mar soberbio, rabioso, el Mediterráneo, y juntarlo en el pecho a la lista de océanos que se han vertido por mis venas de pez en todos los años de vivir sin sal.

Las playas de Barcelona circunnavegan la ciudad, y son faro como en mi Habana. Cuando yo, cubana siempre desorientada, preguntaba hacia dónde estaba el mar, lo mismo en Las Ramblas, que en el barrio Gótico, que en los alrededores, enseguida mi brújula antiquísima de isleña ponía norte al camino y echaba a andar, confiada de que hacia adelante no siempre se llega a ninguna parte.

Una tarde, frente a los veleros detenidos en el puerto, que inmortalicé en decenas de fotos inservibles, con las gaviotas sobrevolándome la cabeza, me senté y fui consciente de que era feliz. Nada hay más poderoso en mi corazón de viajera que ese estremecimiento.

Se me acabó pronto la semana; entre paseos, charlas interminables con Yudet, cigarros compartidos con las personas que hoy son parte importante de su vida, y el tan profundo respirar marino, que me dejó casi ahogada de felicidad y dolor. Por los caminos de la Cataluña partí a recorrer los de La Mancha y Castilla, pero esa es otra historia, u otra crónica. Esta, que escribo desde un avión que después de mes y medio europeo me regresa a América, al norte, a otros muchos reencuentros, me sale de lo más profundo de las vísceras, y espero que con ese mismo hedor llegue a mis lectores.

 

 

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Ely
June 13, 2015 4:57 pm

Así exactamente llega y un poquito más también, compartimos la misma desorientación…besos y abrabrazos

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ghis
June 15, 2015 7:57 am

Que lindo!!! Como dicen los argentinos, relindo. Aquí te esperamos para una segunda experiencia. Un beso enorme.

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Marina Rey
June 15, 2015 5:27 pm

Lindo hija.

Es muy grato saber que, no importan las distancias ni el tiempo, hay unos brazos siempre abiertos para recibirnos.

Me alegra pues mucho saber que tienes una Yudet, y que ella te tiene también a ti.

Y, aunque esa otra crónica está según tú por escribirse, me alegra igualmente -y me urge decirlo- saber que tienes, tenemos, una Minerva del otro lado del mar, como ella sabe, de siempre, que de este lado hay brazos abiertos siempre esperándola.

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Ivette Semanat
June 27, 2015 9:11 pm

Una vez más espectacular. Tu crónica como tu…siempre capaz de emocionar. Que te llegue mi abrazo bien, pero bien apretáo!