Hay que tener cuidado con las orgías, amigos míos,
porque son bosques hondos de follajes azules
donde juegan quimeras que se bañan con tierra,
predadoras voraces de la carne exquisita,
plumíferos arbóreos que eyaculan sin pausa,
mujeres deliciosas que permiten que el agua
se filtre entre sus piernas y caiga en sus abismos.

 

Hay que andarse con tiento con las orgías, amigos míos,
pues son barcos que zarpan, desplegando las venas,
olorosos a semen hacia playas dichosas
que no saben de culpas, pero sí de los vastos,
deliciosos quehaceres de la carne infinita
que ha expulsado la muerte de su reino de grupas,
oquedades y claros manantiales nocturnos.

 

Hay que ser puntillosos con las orgías, amigos míos,
porque el viento las lleva predicando sus salmos
hasta pueblos remotos que resguardan las vírgenes
temblorosas de santos pensamientos impuros
anhelantes de dedos que les palpen el culo
y de lenguas sedientas que les laman el pubis,
mientras alzan al cielo sus pupilas benditas.

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