Gana la atención universal, cuando de hombres universales se trata.

En los seres iconográficos, apoya el pueblo su palabra, su imagen, su escudo, su hondura. Franz Kafka puede definirse como uno de los más emblemáticos representantes de su época en las letras. Su obra, en gran parte publicada póstumamente, expresa las ansiedades y la alienación del hombre del siglo XX. El astro – húngaro padeció el desarraigo social de no pertenecer a ninguna parte, al menos esto creía. Solitario por convencimiento, aunque consideraba que lo único importante era el reconocimiento público. Seductor de grandes magnitudes, pero siempre involucrado en amores trágicos y matrimonios a última hora cancelados. Fue partidario del naturismo, hecho que muchos creen le provocó la tuberculosis que lo llevó a la muerte. Temía ser repulsivo, aunque era un hombre excesivamente encantador. Sufrió y vivió la vida con intensidad fuera de lo común, obsesionado con demonios y derrumbamientos que le permitieron ser protagonista y creador a la par de una obra inmortal. Una vida llena de paradojas, que unido a su grandeza literaria, le ganaron el carácter mitológico entre lectores y admiradores del globo. Hoy, lo kafkiano sigue siendo un término de frecuente uso, que simboliza o define un mundo complejo, con reglas desconocidas. Esa fue la vida de Kafka.

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