Al igual que Lenon, el inglés que alcanzó renombre inicialmente en Norteamérica, otro ícono del arte y la revolución social trasciende cualquier barrera temporal. Charles Spencer Chaplin, actor, compositor, productor y director de cine, genio indiscutible de la historia de la cinematografía mundial. Creador de uno de los personajes más carismáticos y complejos. El Charlot de Chaplin por sí solo es emblema escenográfico y social. El hombre pobre, que con la mirada o el gesto conmovía, enamoraba, removía sentimientos, lágrimas y risas, pasaría también a la posteridad. El hombre que enseñó a reír al mundo aun en tiempos de guerra, no sin dejar de protestar contra exterminios y holocaustos. Nadie arrancó una sonrisa en medio de tanta desgracia como lo hizo Chaplin. Pero en su mundo, donde la risa imperaba, la justicia social fue plato fuerte. En el Gran Dictador, una de sus más importantes películas, de las que muchas son joyas clásicas del cine, la figura del terrible fascista Adolf Hitler, promotor del holocausto judío, gana en Chaplin un eterno contendiente.

 

 

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