TIBURÓN CUMPLE 400 MILLONES DE AÑOS

Una criatura ronda las aguas someras o profundas. Sucede en el Mar Caribe. También en los océanos Atlántico, Pacífico o Índico. Aterroriza, por decirlo de alguna manera, a turistas, bañistas, surfistas y pescadores. Es un perfecto animal que se convierte hoy en víctima de una humanidad tantas veces despiadada.

Hablamos del tiburón, del sofisticado y majestuoso tiburón, no importa cuál. Es toda una estirpe milenaria de escualos que nos preocupa y lleva a la reflexión. Razonar y proteger serán las armas más poderosas de la inteligencia.

Los ambientalistas, los más preocupados, afirman que cada año son atrapados en el mundo más de 100 millones de tiburones. En la mayoría de los casos, lo que atrae a los inconscientes pescadores son sus aletas. Matar a un tiburón por las aletas es similar al exterminio del imponente elefante africano por sus casuales y funcionales colmillos, crimen imperdonable.

Las aletas de tiburón son especialmente apreciadas en Asia (y por vía de la trata de chinos, principalmente, llegó a toda América, incluida Cuba, el placer de degustarlas) hasta alcanzar exorbitantes precios en ese continente. En las bodas, por ejemplo, servir sopa de estas valiosas membranas, es símbolo de generosidad y riqueza. De manera que pueden sacrificarse hasta 40 escualos por boda. Y son frecuentes este tipo de devastadoras uniones.

Los ejemplos pueden ser variados y diversos. Por donde suben las cifras, causa cierto temor que el lector, más que conmoverse por la situación del legendario tiburón, se entusiasme con los precios.

Los tiburones son considerados por relevantes científicos como los animales más sofisticados de los mares. Vienen evolucionando desde hace 400 millones de años. Son audaces y sin duda letales. Poseen innumerables características biológicas que les aportan la genialidad irrevocable de la especie.

Son capaces de detectar cambios en las corrientes eléctricas de apenas 5 mil millonésimas de voltio, sensibilidad que utilizan tanto para cazar presas ocultas en las arenas como para navegar guiándose por el campo magnético de la Tierra.

Presentan, en su calidad de peces, muchos atributos similares a los mamíferos. En primer lugar está el hecho de que algunas especies son vivíparas. Es decir, nacen dentro de una placenta y se alimentan del salvador cordón umbilical. Esta es una característica originaria de los escualos, no de los mamíferos.

Además, a semejanza de los mamíferos, tienen riñones especializados, el cerebro grande y la visión más parecida a estos que a la del resto de los peces. No olvidemos tampoco su evolucionado desarrollo de receptores de movimientos y electromagnéticos para la orientación, un espectacular olfato y oídos capaces de percibir las más altas y bajas frecuencias.

La quijada puede llegar a medir hasta 1 metro de ancho y se compone de cientos de afilados dientes que convierten a la especie en la mayor depredadora de los ecosistemas marinos.

Llegan a ser extremadamente adaptables, pues además de depredadores sin igual, almacenan gran cantidad de energía en sus colosales hígados, lo que les permite incluso soportar meses sin comer.

Su resistencia se debe en gran medida a la estabilidad en la estructura del ADN con las consiguientes muy bajas tasas de mutación. Estas características les permitieron sobrevivir a lo largo de la historia a extinciones que otras especies no soportaron.

Es cualidad o carácter específico de los tiburones el no poseer vejiga natatoria. En su capacidad de flotación interviene un hígado inmenso saturado de aceite. No necesitan ingerir agua pues les llega a través de la sangre, filtrándose por una membrana. La mayoría son carnívoros, aunque los hay planctófagos e incluso herbívoros.

Son prácticamente impermeables a enfermedades de origen circulatorio, cánceres y tumores, debido a sus características naturales, lo que les proporciona una gran capacidad de autodefensa.

La razón fundamental es que, al igual que rayas y cazones, pertenecen a los elasmobranquios o peces cartilaginosos. El esqueleto se forma de cartílagos, sosteniendo un cuerpo fusiforme cubierto por dentículos dérmicos, donde su aleta dorsal tiene la forma de timón y sus branquias forman, más que agallas, aberturas.

La capacidad curativa de los escualos es incuestionable. El cartílago de tiburón es impresionante en la cura de enfermedades inflamatorias, pues contiene sustancias como el sulfato de condroitina y glucosalina, de gran éxito en el planeta contra la artritis reumatoide y osteoartritis.

Reflexionemos pues. No caben dudas de que los necesitamos, necesitamos su poder curativo, su ferocidad y belleza. Pero sobre todo, ellos nos necesitan a nosotros para su perdurabilidad. Una sabrosa aleta no justifica hecatombes de tiburones pudriéndose en el fondo de nuestros océanos.

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