Numerosas, se agrupan para celebrar reuniones, campañas y sobre todo períodos gestantes y vida en comunidad. Generalmente ocupan playas aisladas, arrecifes, islas y témpanos de hielo de las regiones polares, dependiendo de la especie. Son gregarias aunque hermosas y enfrentan hoy uno de los mayores exterminios cometidos por el hombre.
Ya desde tiempos remotos, un sinnúmero de especies de mamíferos ha desafiado la depredación humana para fines no siempre justificables. Hoy al mismo dilema se enfrenta otra de las especies del planeta que tan gratas resultan para la vista de algunos y el mercado de otros.
La foca es la especie que nos ocupa ahora, del género (phoca) de la familia (Phocidae), evolucionados de ancestros carnívoros, mamíferos y terrestres, que se fueron adaptando a la vida acuática. Similares a las nutrias, tienen un cuerpo fusiforme y extremidades transformadas en aletas, con cráneo más aplanado que el resto de ellos, falta de clavícula, cola corta y pabellones auriculares atrofiados.
Pertenecen al grupo de los pinnípedos (con pies como aletas), focas, leones y osos marinos. Tienen además dentadura adaptada para capturar peces y cefalópodos, viscosos por naturaleza, una caja torácica robusta y cintura escapular más desarrollada que la pélvica. La musculatura de los orificios nasales y del oído externo permite cerrar estas aberturas durante la inmersión.
El pelaje es generalmente escaso, corto, liso, fuerte y de varias coloraciones, gris o amarillento irregularmente manchado o moteado. El aislamiento térmico depende fundamentalmente del grueso panículo adiposo que, además, contribuye a la flotabilidad. Tanto el sistema respiratorio como el circulatorio están adaptados para soportar largos períodos de apnea, pudiendo permanecer sumergidos hasta 20 minutos.
Se encuentran ubicadas en ambos hemisferios del planeta, de manera que su distribución comprende las regiones polares, las templadas y las tropicales. Viven no solo en agua salada sino igualmente en lagos. Sus movimientos en tierra son por lo general arduos y penosos, de manera que la jornada tiene lugar en forma de pequeños saltos, con movimientos ondulatorios del cuerpo. Son monógamas y ambos sexos alcanzan dimensiones similares.
Se sabe que algunos pueden descender a 120 brazas y más siendo insensibles al dióxido de carbono. Una alteración novedosa que presentan en el organismo y que constituye una característica de adaptabilidad es la rápida coagulación de su sangre, que ocurre en apenas 5 segundos. Esto les permite sobrevivir a ataques de otros animales marinos como los grandes tiburones, las orcas o ballenas matadoras, aunque por desgracia, no les ha permitido sobrevivir a las manos y armas del hombre.
Planetariamente las especies son diversas. Aquí en nuestras Antillas, nuestras playas, existió una de ellas: la foca tropical, probablemente ya exterminada para siempre por la mano impune del hombre. Existe o existió en el Mar Caribe, el Golfo de México y Las Bahamas.
La foca tropical, perteneciente también a la familia (Phocidae) forma parte de un pequeño grupo de 3 especies que constituyen la subfamilia Monachinae, con una curiosa distribución que incluye el Mediterráneo, el mar Caribe y las aguas de Hawai y Laysan, en el océano Pacífico. Las 3 especies tienen tal semejanza que solo es controvertible por su distribución geográfica, que las separa a unas de otras por más de 5000 Km. De lo contrario pudieran imaginarse como una sola especie con tres subespecies.
La foca tropical antillana es el único pinnípedo que habita las calientes y ambicionadas aguas tropicales, con la única posible excepción del león marino de California (un otárido), al que se le ha visto por latitudes que rozan los 21 grados de temperaturas.
Según reportes de antaño los machos de la foca tropical, desde el extremo del hocico a la punta de la cola, miden alrededor de 2 metros y medio y las hembras son ligeramente más pequeñas. Gruñen y parece ser que los adultos son escandalosos lo que atrajo más atención de la necesaria para la prácticamente extinta especie.
Para mayor infortunio fueron demasiado confiados pues no solían mostrarse alarmados ante la presencia de seres humanos, permitiéndoles la cercanía hasta un metro de distancia, más cerca solo ladraban y mostraban dientes con indecisión, pero nunca llegaban al ataque, oportunidad de la que supieron aprovecharse muy bien los depredadores de dos patas.
En los siglos XVIII y XIX, estas islas estaban llenas de la especie, los pescadores las capturaban por cantidades, las freían o derretían a fin de extraer el aceite como combustible para las lámparas nocturnas. Actualmente se sospecha que la especie de foca tropical ha desaparecido totalmente en las inhumanas manos de los “humanos”. De ser falsa esta sospecha, puede asegurarse que se atraviesan la última etapa de un apresurado proceso de decadencia.
Las postrimeras noticias que se tienen son desoladoras: Por los años 50 fueron vistos individuos aislados en la zona; en 1969 en una playa de las islas mujeres, frente a Yucatán fue vista una foca, una única y abandonada foca; se rumora que quedan algunas en los arrecifes Chinchorro situados en aguas mexicanas.
Una muy peculiar especie atrapa hoy la atención de la prensa pues corre peligro de seguir el mismo corto y funesto camino que acosó, en tiempos ya pasados, a nuestra valiosa foca tropical, es el caso de la foca arpa.
Su lomo cuando son adultas se semeja al instrumento por el que fueron bautizadas con este nombre y constituyen melodías visuales envueltas en una belleza e inocencia solo comparables a los grandes acordes musicales. Suelen procrear sobre el hielo flotante, hipotéticamente a salvo de los depredadores de tierra firme.
Esta especie de focas habita las aguas de Newfounland y Península del Labrador en Canadá e históricamente deben resistir cada año el embate de cazadores que cometen genocidio contra la especie. Es así que el país emprende la mayor matanza de mamíferos de los últimos 50 años, atentando específicamente contra las crías, por ser las de pieles más blancas y las que tienen menos capacidad de escape o defensa.
De manera natural el índice de mortalidad de las focas va en aumento, pues estas paren en el hielo flotante. En los últimos años, debido al cambio climático, las condiciones del hielo son precarias para tener descendencia. El plan actual de cacería pretende fortalecer aun más los designios tristes de la naturaleza, la cacería no es sostenible, la cubierta de hielo es cada vez más débil y la batida cada vez más entronizada,
Matar un animal, un ser vivo, un ejemplar hermoso, una curiosidad de la naturaleza, es un crimen que pocas veces se justifica sólidamente. Matar una foca solo para que alguien muestre sobre su cuerpo desnudo de todo escrúpulo, la piel ya muerta e inerte del animal, es una vergüenza carente de analogías.
Por trágica fatalidad, cualquiera que tenga licencia comercial para matar focas, o una licencia provincial de caza, o un certificado de aptitud para la caza puede ejercer esta práctica. En el año 2001, el gobierno entregó 11 185 licencias comerciales para aniquilar ejemplares. Mientras esto ocurre las normas gubernamentales para hacer más humanitaria la matanza ni se respetan ni se hacen cumplir.
Estos animales son fundamentalmente cazados por su piel que es materia prima de la industria peletera y artículo de lujo para un mercado poderoso y consumista. Los penes se agotan en los mercados asiáticos como afrodisíacos y el aceite se comercializa como suplemento para la salud, también la carne. Pero en la mayoría de los casos lo que más les interesa son las pieles, el resto del animal suele ser abandonado en agonía a los hielos donde termina por descomponerse.
La matanza de focas es un hecho que lleva ya muchos años. Hace algunas décadas las organizaciones protestantes empezaron a pintar a las focas con tintes para hacer sus pieles inservibles a la industria peletera, acto que fue rápidamente convertido en ilegal por el gobierno.
Hoy día las posibilidades legales para los que apoyan a los animales son bien restringidas, solo pueden observar y documentar la cacería, sin autorización siquiera para molestar o interrumpir a los cazadores que siguen, día tras día, asesinando impunemente.