Y Félix Guerra
Un elefante necesita ingerir cada día entre 200 y 300 kilogramos de alimentos además de beber abundante agua. Si la humanidad, como gran administrador de los recursos del planeta, no logra garantizar a todas las criaturas que la componen, mujeres y hombres, una dieta de subsistencia, ¿podrá hacerlo con los elefantes?, ¿durante cuánto tiempo? He aquí una de las amenazas latentes que pende sin tregua sobre los paquidermos. Hoy, cuando los espacios se reducen, las distancias se acortan, las criaturas se multiplican y la economía de unos se inserta más y más en la economía del resto, el tamaño del cuerpo y las proteínas y calorías imprescindibles para mantenerlo de pie constituyen un grave y creciente problema de sobrevivencia.
Por otra parte, el crecimiento de la población humana, de la agricultura, de la industria, y necesariamente de pueblos y ciudades, va acortando los territorios de las especies animales, que ven reducidos, por aquí y por allá, sus estrechos hábitats. La administración humana no logra ser justa ni racional consigo misma, ¿cómo lograrlo para otros, a los que normalmente considera inferiores, muchas veces intrusos y casi siempre seres inútiles de los cuales puede prescindir?
El ser humano es seguramente el más abundante de los vertebrados y los mamíferos. Pero, además, consume a diario mucho más que un elefante si sumamos la lista interminable de lo que requiere para subsistir, incluidos alimentos, agua, vivienda, ropa, calzado, cultura, entretenimientos y todo lo demás. El gran consumidor irracional de los recursos planetarios es la humanidad.
Digo irracional, porque algunas cifras recientes así lo confirman por enésima ocasión. El libro El mundo de mañana, de Simon Bullockm, Duncan McLaren y Nusrat Yousuf, muestra cálculos y cifras. Si en el 2050 toda la humanidad consume al ritmo que lo hacen hoy los ciudadanos de Gran Bretaña, para satisfacer la demanda de energía harían falta nueve y medio planetas Tierra; la de acero, 5 y medio planetas Tierra. Y así pasaría con el resto de los renglones: agua, madera, combustible, cemento y otros preciosos recursos, algunos no renovables y otros que no renovamos en la cuantía que consumimos. ¿En qué mundo vivirán los elefantes? Pero, además, ¿en qué jungla de competencia y escasez vivirán los hijos y los nietos del hombre contemporáneo?
¿Cuál resulta la causa de los problemas de hoy y de los todavía más graves del futuro? ¿el problema es que el elefante come mucha hierba y hojas y ramas? ¿O la causa, la principal, radica en el estilo en que la humanidad administra, distribuye y consume los recursos en existencia?
Algunos expertos bien intencionados, aconsejan la frugalidad, es decir, un consumo apropiado, ceñido a las necesidades cotidianas, donde el hombre no carezca de comida, vivienda y el resto imprescindible para la vida moderna en sociedad, pero donde desaparezcan el derroche, el lujo, la ostentación, el consumo por encima de las necesidades, etcétera. Es una propuesta que necesita ser meditada, asimilada y sobre la que habrá que volver una y otra vez. Y que varía según el grado de desarrollo, la acción social y territorial de cada individuo.
Como alternativa al sobreconsumo y al despilfarro, prácticamente consumo llamado frugal pertenece a una lógica mecánica y humana. Por supuesto, saltan enseguida al camino al menos dos interrogantes: I) ¿gran parte de la humanidad no vive ya en esa frugalidad, y en demasiadas ocasiones incluso por debajo de esa frugalidad propuesta, no por aceptación, conveniencia o conciencia, sino por obligación impuesta por el reparto desigual? II) Los que viven por encima o muy por encima, que son muchas veces y al mismo tiempo los dueños artificiales de los recursos, los miembros de las clases gobernantes, ¿cómo van a ser persuadidos a favor de la frugalidad y de un estilo de vida entonces decididamente menos desigual, donde los valores más importantes no serán los que provengan de la tienda sino los que se cultiven en el espíritu?
Todavía podríamos hacernos una tercera pregunta: mientras se dirime el conflicto, crucial, determinante una vez ya en el tercer milenio, y al que no pueden vérsele soluciones suficientemente nítidas ni inmediatas: ¿en qué recodo del tiempo aguardarán los elefantes, con su antiguo colosal apetito?
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https://a4manos.aquitania-xxi.com/ecodilemas/2012/07/en-que-mundo-viviran-los-elefantes/