Símbolo de majestad y victoria, el águila, la mayor de las aves depredadoras, posee un ojo fuera de los códigos de dios.

Según la ciencia, la nitidez de su mirada alcanza los 500 metros, puede multiplicar el tamaño de sus víctimas y tiene dos puntos focales, por lo que la presa que cae en la mira del águila difícilmente se salve de las leyes de la naturaleza.

Adicionalmente, poseen grandes patas y garras y un pico agudo y poderoso, lo que las convierte en seres mágicos de los aires, de ahí que su imagen ha sido  símbolo nacional e imperial en diversas culturas y épocas.

El animal suele representar los conceptos de belleza, fuerza y prestigio. Los romanos lo utilizaban como emblema para sus ejércitos. El águila aparece frecuentemente en las artes plásticas. En el arte grecorromano, es uno de los atributos de Júpiter, que tomó su forma para traer Ganímedes al Olimpo. También se le puede ver en la representación del castigo a  Prometeo por parte de Zeus. En la iconografía cristiana, es el símbolo o el atributo de San Juan el evangelista.

En el lenguaje hieroglífico designaba las ciudades de Heliópolis, Emeso, Antioquía y Tiro. Los persas y los epirenses la tomaron  por insignia militar y posteriormente fue el emblema de la república romana y de los emperadores de Oriente y de Occidente.

La etimología del término águila es incierta. Se dice que deriva del antiguo provenzal “aigla”, en tanto otros alegan que provienen del latín popular “aquila”, que es por otra parte el nombre de un género de águilas compuesto por las águilas verdaderas.

Las diversas especies y subespecies de estas aves pueden encontrarse en casi cualquier paraje de nuestro planeta, excepto en la Antártida.

Son miembros de las aves de presa, del orden de Falconiformes, Accipitriformes acorde a una clasificación alternativa, familia Accipitridae, subfamilia Buteoninae. Pertenecen a varios géneros, los cuales están sujetos a una reclasificación más adecuada puesto que los expertos no llegan a una opinión consensuada.

La fuerza puede llegar a ser inmensa. El águila coronada de África, por ejemplo, es capaz de matar y de levantar del suelo a un animal de 40 kg, varias veces su tamaño y peso. Gracias a su pico filtrante, además, es el único pájaro capaz de alimentarse en las aguas envenenadas por las sales de origen volcánico.

Mucho de maravilloso puede decirse de esta rapaz, sin embargo, su historia también cobra calamidad con el paso del tiempo. El águila imperial ibérica (que solo habita la península ibérica), por citar  una,  se ha convertido en la rapaz más amenazada del continente europeo.

Pese a que el más reciente censo (2008) demostró que su población se ha multiplicado por seis en los últimos 36 años, con 253 parejas, sigue siendo una especie en peligro crítico de extinción.

La población tiene su hábitat en el cuadrante suroccidental de la península ibérica. Cuatro parejas en Portugal, y las demás en España. Estudiosos han investigado las causas de la mortalidad de ésta, una de las siete aves de presa más amenazadas del planeta. Nuevamente, aparece la despiadada obra humana.

Entre ellas se cuentan, el uso de cebos envenenados, disparos, electrocución de las líneas de alta tensión, alteración de su hábitat y reducción de su principal fuente de alimentos, los conejos.

A causa de los peligros a que se ve expuesta esta impresionante figura, desde 2006 SEO/Birdlife desarrolla el programa “Alzando el vuelo”, dedicado a su conservación.

También para la protección del águila imperial ibérica,  desde 2010 se creó el centro “El corazón del águila”, por la Fundación Aquila-ECA.

Hace ya más de seis años, esta fundación, dedicada a la investigación y formación para la conservación de las águilas en peligro, decidió emprender el sueño de crear un lugar donde todo interesado pudiera conocer a profundidad el mundo de las águilas, cómo son en realidad, cómo viven y por qué nos producen admiración.

Se trata de un centro único, dedicado en exclusiva a la educación, formación e investigación para la conservación de las águilas en todo el orbe, en especial las especies europeas, como el águila imperial o el águila perdicera. Es además el único espacio que reconoce la ancestral unión entre estas aves y los humanos, argumentando que, el camino del hombre y el águila fueron diseñados paralelos para poder ayudarse en su evolución. “El corazón del águila” es pues,  un ejemplo de que esa convivencia es posible.

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