Todos lo perdemos en alguna ocasión. Y, a pesar de que siempre está en el mismo sitio, la mayoría de las veces no sabemos encontrarlo. Hoy hablamos del Norte, con mayúsculas. Para empezar, y aunque pueda sorprender a alguien, nuestro planeta no tiene uno sino dos. Al primero lo llamamos norte magnético. La Tierra es un gigantesco imán. Su origen está en las altísimas temperaturas del núcleo, que hacen que haya una masa de hierro líquido en el interior. Recuerdo del nacimiento agitado que tuvieron todos los planetas rocosos. Hay muchas especies que lo utilizan de forma natural: aves, tortugas marinas, peces, crustáceos o insectos. Gracias a que son capaces de sentirlo, pueden hacer grandes viajes sin perderse. Parece que se debe a la presencia en sus cuerpos de una pequeña cantidad de cristales de óxido de hierro, Fe2O3. Hay otra hipótesis, que implica además la luz del sol. En cualquier caso, ellos no se pierden sin GPS.

El segundo polo es el geográfico. Ya sabemos que la Tierra gira como una peonza en su camino alrededor del sol. Consulten la hemeroteca. El eje de rotación nos dará el norte geográfico. Lo pondré más fácil. Imaginen o busquen una bola del mundo, de las que usan los niños en el colegio. Donde queda anclada al soporte tendríamos el norte y el sur geográficos. Los mismos puntos de los que salen las líneas verticales que dividen al globo en meridianos.

Hay quien dice que el geográfico es el verdadero, porque ¡ay! no coinciden. Están separados por 1600 km. Más datos: el azar ha querido que el norte magnético esté en una isla de Canadá, llamada Ellesmere. Así que, si salen a pasear y usan una brújula, sepan que será a esta isla a la que apuntarán realmente. Caminando llegaríamos a Canadá y no a Roma. Todo es empezar.

Como no somos pájaros, debemos hacer uso de nuestra imaginación si no queremos perdernos de regreso rumbo a Ítaca. Les voy a contar cómo encontrar el norte, el auténtico norte, mirando las estrellas. Vamos a descubrir dónde se esconde la Estrella Polar. No es la más brillante, por eso necesitamos esta columna.

En el cielo tenemos muchas constelaciones. Algunas solo se ven durante unos meses, otras todo el año. Son las constelaciones circumpolares. La más famosa de todas es la Osa Mayor. Una parte de esta constelación se conoce como el carro, cazo o arado, según el gusto. Está formada por siete estrellas que brillan lo suficiente para dejarse ver a simple vista. Miren el dibujo donde las hemos numerado.

Las estrellas 6 y 7 nos servirán de puntero. Tracemos una línea imaginaria desde 6 hasta 7 y haciendo un arco llegaremos a una constelación en forma de W o de M, según la época del año. Ésta es la no menos célebre Casiopea, y su estrella número 1 se llama Caph. No la dejemos escapar. Repitamos de nuevo el camino, desde la Osa Mayor, estrellas 6-7, hasta Caph en Casiopea. Justo a mitad de camino pasaremos por una estrella tímida. No le gusta destacar. Estamos en la Osa Menor y esa estrella es Polaris, la Estrella Polar. Busquémosla. No hay prisa. La Estrella Polar seguirá señalando el norte durante 1500 años más. Eso son muchas noches de mirar al cielo.

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