Cáncer, el apocalipsis zombi del siglo XXI: estrategias para enfrentarlo

El cáncer (neoplasia maligna o tumor maligno si forma una masa sólida) se origina a partir de una célula, que se multiplica de manera incontrolada y pierde la capacidad de desempeñar las funciones que mantienen vivo al órgano donde reside (1). Se me ocurre utilizar a los zombis como analogía para explicar este fenómeno. Casi todos hemos visto esas películas donde ciertos personajes comienzan a comportarse descontroladamente, (muchas veces a causa de infecciones virales, algunos tipos de neoplasias malignas también son producidos por virus) y a perder las características que lo definen como ser humano, destruyendo todo a su paso, incluida la ciudad donde habitan. En el cáncer, las células que pierden sus funciones son los zombis y la ciudad que queda devastada es el órgano donde residen. Cualquier órgano del cuerpo puede ser afectado; por eso, hemos escuchado hablar de neoplasia maligna de pulmón, de mama, de ovarios, de piel, de la sangre y aunque es extremadamente raro, incluso de corazón (2). Además, al igual que en las películas, estas células/zombis pueden migrar (metástasis) a otros órganos/ciudades, lo que finalmente conduce a la muerte del paciente.

Después de las enfermedades cardiovasculares, el cáncer es la segunda causa de muerte a nivel mundial. Los de mama, de pulmón, colorrectal, de próstata y de estómago son los que con mayor frecuencia afectan a la población mundial (3). De acuerdo con datos de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el 2020 se diagnosticaron 195499 nuevos casos de neoplasias malignas en México y de estas 90222 terminaron en muerte (https://gco.iarc.fr/today/data/factsheets/populations/484-mexico-fact-sheets.pdf). Además del impacto emocional para el paciente y familiares, un aspecto de gran trascendencia son los elevados costos económicos que implica el tratamiento.

Durante muchas décadas los esfuerzos en este campo de investigación se han basado en el estudio y desarrollo de fármacos contra esas células que se multiplican de manera incontrolada. Sin embargo, en esta guerra la mayoría de las batallas se pierden y las victorias en muchas ocasiones solo son temporales ya que la enfermedad regresa (4). Entonces nos preguntamos ¿Está todo perdido cuando de cáncer se trata o solo estamos utilizando las armas equivocadas?

Manteniendo nuestra analogía con la guerra, existen otras dos armas que pueden ponernos en una posición de más esperanza frente a este apocalipsis. La Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) tienen dos recomendaciones básicas. En primer lugar: evitar aquellos hábitos nocivos que aumentan el riesgo, lo que se conoce como prevención y requiere del cambio de varios aspectos en el estilo de vida. En segundo lugar: seguir las directrices para las pruebas de cribado recomendadas, lo que permite la detección temprana y oportuna (https://www.cancer.org/research/cancer-facts-statistics/cancer-prevention-early-detection.html) ¿Por qué son estas armas tan o más importantes que el desarrollo de medicamentos?

Hablando de prevención, las evidencias que se han acumulado desde la década de 1980 indican que eliminar el consumo de tabaco, llevar una dieta saludable, incorporar rutinas de actividad física, evitar el sobrepeso, la ingesta de alcohol, la exposición desprotegida a los rayos ultravioletas (sol) y algunas infecciones virales son estrategias que permiten reducir el riesgo de desarrollar una neoplasia maligna (5). Algo importante que debemos entender es que el cambio o modificación de solo uno de estos aspectos no tendrá un impacto en la disminución del riesgo, es la combinación de todos, lo que puede ofrecernos un escenario de ventaja en esta guerra. Sin embargo, la excepción es el uso del tabaco, ya que su eliminación disminuye la probabilidad de padecer algunos tipos de neoplasias como la de pulmón. De acuerdo con datos de la Sociedad Americana del Cáncer, el 81.7% de los casos de cáncer de pulmón y el 81.3% de las muertes son atribuibles a los efectos del tabaco. (https://www.cancer.org/research/cancer-facts-statistics/cancer-prevention-early-detection.html).

En cuanto a la dieta hay algunas recomendaciones generales que pueden ser de gran ayuda: incorporar cereales integrales, verduras, fruta y legumbres; evitar los alimentos clasificados como comida rápida (hamburguesas, pollo y papas fritos y bebidas altas en calorías y azúcares como la Coca-Cola); y limitar el consumo de carne roja y procesada, por ejemplo, el riesgo de desarrollar un tumor maligno colorrectal aumenta un 16% por cada 50 g/día de ingesta de carne procesada (6).

Se calcula que los agentes infecciosos son responsables del 15% de todos los nuevos casos de cáncer anuales en el mundo. Las cuatro infecciones cancerígenas más importantes son causadas por la bacteria Helicobacter pylori que provoca el 90% de los casos de cáncer de estómago, el virus del papiloma humano (VPH) que es responsable de causar el cervicouterino y el virus de la hepatitis B (VHB) y C (VHC), que están asociados con alrededor del 50% de los casos de neoplasias hepáticas. Para evitar la infección por Helicobacter pylori se debe mantener una adecuada higiene de las manos después de ir al baño y antes de comer, consumir alimentos adecuadamente elaborados y beber agua de fuentes limpias y seguras. Las formas más eficaces de evitar la infección por los virus de la hepatitis y el papiloma son mantener relaciones sexuales protegidas (uso de condón) y evitar el contacto con sangre contaminada. En el caso del VPH y VHB existen vacunas que ayudan a prevenir la infección (7).

La detección temprana mediante cribado (estudios médicos) reduce la mortalidad por cáncer de mama, cervicouterino, colorrectal, próstata y pulmón. Estos exámenes deben hacerse de manera periódica aun cuando no existan síntomas ni antecedentes de una enfermedad concreta. Durante estos estudios médicos se pueden detectar anomalías que en el futuro conducirán al desarrollo del cáncer, pero que en el momento de la detección son fáciles de eliminar ¿Cuáles son estos estudios? Para la detección de tumores malignos de mama en sus etapas iniciales se realiza la mamografía[1]. En el caso del cáncer cervicouterino una de las pruebas recomendadas es el Papanicolaou[2]. Para la detección del colorrectal existen varios métodos uno de ellos es la colonoscopia[3]. La prueba para detectar la neoplasia maligna de próstata es el antígeno prostático específico (APE)[4] con o sin tacto rectal. En el caso de los tumores malignos de pulmón, en adultos con alto riesgo, se recomienda la tomografía computarizada de dosis baja[5]. Es importante aclarar que todas estas pruebas deben ser realizadas e interpretadas por personal profesional y cualificado de la salud (https://www.cancer.org/research/cancer-facts-statistics/cancer-prevention-early-detection.html).

Si nos preocupamos por prevenir la formación de nuestras arrugas con largos rituales de belleza y hacemos filas y trámites agotadores para obtener equipos electrónicos de último modelo, por qué no dedicarle algo de tiempo a la prevención del cáncer. Sin duda tendríamos más tiempo para disfrutar el resultado de los rituales y los equipos de última tecnología.


[1] Es un tipo de imagen médica especializada que utiliza un sistema de rayos X para visualizar el interior de las mamas.

[2] Prueba o examen que se hace a las mujeres donde se utiliza un aparato médico llamado espéculo, que se coloca dentro de la vagina, para así poder tomar una muestra de células.

[3] Examen en el que se visualiza el interior del colon (intestino grueso) y el recto, mediante un instrumento llamado colonoscopio.

[4] Es una proteína producida por el tejido prostático canceroso (maligno) y no canceroso (benigno). El incremento de esta proteína puede ser un signo de cáncer de próstata y se determina por análisis de sangre.

[5] Procedimiento para el que se usa una computadora acoplada a rayos X que emite dosis muy bajas de radiación con el fin de crear imágenes detalladas del interior del cuerpo.

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