Y Felipe López

En una de las tareas del curso de redacción con el profesor Sandro Cohen, nos pidieron narrar un absurdo, y tratar de convencer con él. No sé si logré el objetivo, pero varios amigos me ayudaron en esta empresa. Algunos de ellos fueron mi inspiración; otros, como FELIPE LÓPEZ, me ayudó incluso a darle un toque de magia al texto que a continuación reproduzco: ese, el conjunto, el que yo comencé y él terminó y tituló.

Casi todo el mundo asegura que los extraterrestres no existen. Pero se equivocan, yo sé que sí, porque viven entre nosotros.

Cuando conocemos a alguien que parece aterrizado de otro tiempo afirmamos: ¡Tiene que ser extraterrestre! ¿No es posible entonces que ese ser ajeno a nuestras locas normas sociales provenga de otro planeta o galaxia? Quizá parezca una reflexión banal pero tengan un detalle en cuenta: hay demasiadas explicaciones que los más avezados científicos ignoran aún. Si después de tanto estudio desconocemos el destino del universo –por qué los fenómenos que dieron origen a la vida en la tierra no pueden repetirse en otra parte-, entonces qué nos hace pensar que somos únicos en él.

Para que no se me tilde de alienígena o loca, pongo el ejemplo de una amiga, que a la vez comparto con otros allegados, más terrícolas que yo. En este grupo de cinco personas –todos de diferentes temperamentos– nadie logra descifrarla. Es ajena a nuestros lazos emocionales, reglamentos sociales y normas de cortesía. ¡Parece niña! decimos; pero es capaz de volar con las más absurdas alas y escribir de una manera impenetrable. ¡Perdón!, pero ella no es de este mundo. En ocasiones lo puedo ver en sus ojos distantes que parecen no reflejar nada pero lo consumen todo. Convencida de que la humanidad está en peligro de destrucción, su misión es llevarnos a una nuevo orden de civilización, o lo que es lo mismo: ayudar a la supervivencia en tiempos difíciles.

Por si esto no los convence, tengo la mejor evidencia: una mascota extraterrestre. Se trata de una criatura que prefirió el aspecto canino; pero al igual que mi amiga ignora su propio mundo; va más allá de su naturaleza perruna. Fide aprendió nuestra mirada humana, abraza con pasión a cuanto caminante, cuadrúpedo o bicho encuentra, no la he visto temer ni por la severidad de mis castigos, ni azorarse con mis técnicas extraídas del famoso encantador de perros. Con ella aprendo otro lenguaje. ¿Es extraterrestre o soy ya la que cayó de una lejana estrella?

Ahora que reflexiono –a ritmo de Chachachá–, me muestro incomprensible, incluso frente a esta absurda tarea que pretende explicar lo que todos van a esforzarse en no creer… Ya me lo decía un amigo: “¡Tú no eres cubana! No sé si será ese halo de lunática melancolía el que no me deja descifrar tu origen.”

0 Comentarios
Retroalimentación en línea
Ver todos los comentarios