El camino de las iglesias

El camino extraviado que encontré esta tarde

Hoy fue un día excepcional, porque encontré en las callejuelas aledañas al barrio latino un camino extraviado por un amigo, que me lo puso en las manos antes de salir de México, con la recomendación de reencontrarlo. Era el camino de las iglesias, al cual yo agregué mi pequeña dosis creativa.

La verdad es que me perdí en más de una ocasión, pero no pretendo atormentar a mis lectores con mis despistes, así que trataré de reconstruir la ruta de manera certera. Me bajé en el metro Saint Michel, a unos pasos de Notre Dame, y por primera vez no había cola para entrar, por lo que aproveché la ocasión, muy a modo con el resto del recorrido.

No voy a decir que Norte Dame es majestuosa, porque sería reiterativa y me comería a mis lectores a perogrulladas intrascendentes. Pero entonces ¿cómo describirla? Trato de cerrar los ojos para que las imágenes vengan a mí; mas se agolpan las muchas reliquias del día, y no encuentro palabras para separar unas de otras sin que se dañen en ese saco horrible que es mi cabeza a la medianoche.

Los arcos, los vitrales, los muros, los colores que el tiempo le ha conferido, las columnas, todo ello hacen de Nuestra Señora de París un espacio sublime, casi perfecto, me atrevería a asegurar. Lo mismo se repite, aunque de manera reducida, en Saint Séverin de París, a apenas unas cuadras de distancia, cruzando el puente Double.

Saint Séverine
Saint Séverine

Antes de llegar a Saint Séverin, pasé por Saint Julien le Preuve,  una iglesia medieval y por tanto antiquísima, que me fue recomendada dentro del recorrido, pero por la que solo pude andar su patio trasero, pues estaba cerrada. Sin embargo, en la puerta cuelgan anuncios de conciertos y otras actividades, así que será cuestión de volverlo a intentar. Detrás, justo en la acogedora plaza, está plantado, y ya apuntalado, el árbol más antiguo de París. Se dice que data de 1602; es un mutilado de la primera Guerra Mundial, que al parecer recortó algo de su tamaño por las bombas. Luego el tiempo acabó por encogerlo, como a los viejitos, y ahora es una pieza de museo que pervive para sorpresa de los ojos de las miles de personas que pasan cada año por la terraza de Saint Julien.

Un mutilado de guerra
Un mutilado de guerra

La última de las paradas o fue en Saint Sulpice, a una breve caminata de allí (cuestión de ver mapas), donde no podría hablar ya de templos de tamaño menor. Es la segunda iglesia más alta de París, construida en honor a Sulpicio Pío, y posee un sistema para la determinación astronómica de los equinoccios. ¿La sensación? De belleza, de paz infinita, de sombras y colores que la lente de mi cámara retrataba sin yo estar segura de que luego fueran a verse igual, o si era que los tonos de la tarde solo se encendían a la hora de soñar.

Saint Sulpice
Saint Sulpice

En la plaza de Saint Sulpice, frente a la fuente con leones de piedra y palomas de verdad, me comí la pasta hecha por mi cuñada y los panecitos de chocolate. Con el estómago ya lleno, o quizás desde mucho antes, había empezado a lamentar no tener otros caminos extraviados que reencontrar.

 

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Guest
George I
May 6, 2015 12:04 am

No has dicho si tus pasos fueron decididos o sigilosos. Tampoco nos informaste cómo era el cielo mientras caminabas. ¿Estaba encapotado?
Al recorrer esas calles, ¿sentiste su fuerza medieval oprimir tu pecho? No sé si lo has notado, pero en París los fantasmas son más tangibles que en otros sitios y nos asen pegajosamente cuando menos lo imaginamos.
Que el espíritu de San Germán de los prados te lleve por sus deliciosos dominios.