AMAZONÍA: UN PULMÓN DEL PLANETA (II PARTE)

Por Gabriela Guerra Rey y Félix Guerra

Ningún imperio agrada, salvo el de las aguas que se desbordan. Tal imperio es el complejo suramericano de Amazonas, que ocupa, por longitud, el tercer lugar entre los ríos del mundo, al tiempo que se le considera el más caudaloso del planeta, pues alcanza nada menos que 100 mil metros cúbicos por segundo en la desembocadura.

Nace en el nudo de Vilcamota, a cuatro mil metros sobre el nivel del mar, en la cordillera andina peruana. Desciende también del lago Lauricocha y toma cuerpo en el Urubamba, agua lodosa que llega al Ucayali y se ensancha con el caudal del Solimoes, en la selva de Perú.

Luego el gigante entra triunfante en Brasil y confluye con el río Negro, se convierte ya en el magnífico Amazonas, cava el profundo estrecho de Breves, y desemboca allá, mucho más tarde, en el Atlántico, donde obliga a retroceder, con su impetuoso caudal, las aguas oceánicas.

En baja marea, la corriente se adentra en el Atlántico más de 100 Km y las mareas, a su vez, penetran aguas arriba, dejándose sentir hasta Santarém, a 700 Km de la desembocadura. Sus aguas dulces, al chocar con las saladas del mar, producen un estruendo que se conoce con el nombre de pororoca.

Francisco de Orellana, quien recorrió el río en todas direcciones, le legó su propio nombre en los inicios. El de Amazonas se debe a este mismo viajero, cuando dijo avistar en sus orillas a magníficas mujeres guerreras, semejante a las griegas de la antigua mitología.

El Amazonas es así, pues, la mayor reserva mundial de agua dulce, ramificada en millares de caminos líquidos. Es el río que Vicente Pinzón navegó en el siglo XVI, creyendo que aún avanzaba extraviado por las marítimas corrientes del Atlántico.

Esta confluencia de aguas de diferentes orígenes, que se convierten en solo una, drena parte de Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela y más de la mitad de Brasil, mientras recibe en su recorrido las aguas de una veintena de afluentes prodigiosos.

En sus márgenes se levantan Leticia, en la frontera peruana–colombiana, Iquitos, en Perú, y diversas ciudades de Brasil tales como Tabatinga, Belem, Manaos, Santarém, Macapá.

El río, a lo largo, alcanza una longitud de seis mil 280 Km., con un caudal medio de 180 mil metros cúbicos. Su profundidad oscila entre los 10 y los 30 metros. La superficie de la cuenca es de seis millones  915 mil kilómetros cuadrados.  En su desembocadura el agua del océano pasa de salada a salobre hasta los 160 Km., debido a la influencia benéfica que ejercen las aguas del río.

La cuenca Amazónica, territorio en consecuencia nombrado Amazonía, es una vastísima región que se fortalece a causa de la selva ecuatorial que la cubre. Abarca dos partes significativas. Una, aquella donde el suelo es cubierto temporalmente por las inundaciones del gran río y su compleja red de afluentes: Igapo. Y dos, el territorio que se encuentra más alejado de la influencias de las aguas: Guaço.

La Amazonía, universo ecuatorial, abarca nueve países, aunque sus tres quintas partes pertenecen a suelos brasileños. De esta manera inextricable y definitiva, las riquezas y culturas de esas naciones se encuentra ínfimamente vinculadas entre sí y a tales inmensidades acuosas y vegetales. Por su formidable importancia científica y económica la UNESCO, desde 1947, acordó su estudio multidisciplinario.

Creemos, sin embargo, que transcurrirán siglos antes de que se logre comprender a plenitud las complejas reservas y misterios del exótico paraíso, que siempre, en sus recodos, retendrá enigmas y sorpresas.

La selva amazónica, fue durante la era mesozoica, el lecho de un gigantesco mar que se desarrolló a lo largo de 22 mil años. Y esa jungla antigua, junto al resto de las selvas tropicales del planeta, aunque ocupa solo un 6% de la superficie terrestre, hospeda no obstante de un 70 a un 90% de las especies de flora y fauna conocidas.

La Amazonía, según cálculos de finales del pasado siglo, posee, en 10 kilómetros cuadrados, 760 especies de árboles, 125 clases de mamíferos, 400 de aves, 100 de reptiles y 60 de animales anfibios. Y cada uno de sus árboles acoge a 400 especies de insectos. Eso, sin contar que se conocen, según cálculos científicos, solo una de cada diez especies que en realidad la habitan: es el banco o reserva de mayor potencialidad genética del planeta.

Constituye por tanto una red múltiple y perenne, ancha y abierta, catedral donde la vida estalla en magnífico esplendor y el paraje donde el planeta muestra su más deslumbrante panoplia de color y diversidad.

Las primeras sociedades amazónicas datan de 20 mil años atrás y algunas perduran todavía. Fueron tribus dedicadas fundamentalmente a la caza, en perfecta armonía natural, que nunca llegaron a formar una civilización legítima.

Se mencionan a Kaiowas y Mikiritare, estirpes que aún hoy habitan la profunda selva y conservan sus modos de vida auténticos. El desarrollo humano de la cuenca, es un complejo proyecto de supervivencias cuyas raíces se hunden en la memoria del tiempo. La ley del río nunca deja de imponerse. El régimen de las aguas condiciona y transforma vidas a lo largo de las épocas del año.

En cualquier comarca del Amazonas, los habitantes sufren los efectos, tanto generosos como adversos, de la subida o bajada de las aguas, incluyendo sobre todo sus hogares, la comida, métodos de vida, el trabajo cotidiano, así como la decadencia o la prosperidad.

Los grandes estiajes pueden significar abundantes cosechas y buen tiempo para plantar y pescar. Sin embargo las grandes crecidas solo se traducen en un inmenso océano de miserias y calamidades: destrucción de plantaciones, ausencia de alimento en el río, traslado obligatorio de animales y terribles inundaciones. El agua, con su fuerza y potencial, llena de vida, pero a su paso puede también sembrar destrucción.

La selva amazónica forma un increíble firmamento ecológico e incide también, de forma sustancial, en la regulación de los cambios climáticos en el planeta. En su intercambio de gases con la atmósfera, libera colosales cantidades del oxígeno necesario para la vida de los seres humanos y todas las especies animales a nivel mundial. Es, asimismo, generadora de corrientes de calor que se expanden al norte y al sur, templando el clima del planeta.

Estas son, digamos, algunas de las principales razones para respetar y conservar el Amazonas y la Amazonía, como uno de los tesoros terrestres más preciados.

La inmensidad amazónica ha sido blanco predilecto de terribles tropelías perpetradas durante épocas de expansión y conquista. El imperio de las aguas sufre ahora y todavía el efecto de otros mortíferos imperios: la deforestación, la explotación irracional de recursos naturales, la ganadería extensiva, los incendios, la extinción vertiginosa de especies vegetales y animales y la acción codiciosa de transnacionales.

Aunque las fuerzas progresistas de la humanidad aumentan gestiones a favor de la preservación, aun no se detiene la historia que traiciona a la naturaleza y carece de escrúpulos ante tanta urdimbre de vida y perfecciones.

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