En familia
La siguiente Navidad, y las de otra década completa, se mantuvo la tradición de reunir a la familia. Toda ella. O sea, mi madre y yo en un país extraño, sin nadie más con quien compartir el mustio pollo. Cada año yo repetía la petición, inmutable en mi propósito. Mi madre ‒ojos en blanco‒ maldecía su vejiga.