Nostalgia, una era imaginaria, Gabriela Guerra Rey

Ensayo / Equidistancias, 2023.

“La nostalgia se erige puente de escape del mundo,

sucedáneo de la realidad. La nostalgia participa

activamente en la invención de la irrealidad”.

Gabriel Guerra Rey

Leer puede generar el mal de la escritura, dicen algunos. Gabriela Guerra Rey, en este ensayo dedicado a cierta clave en la novelística de Eliseo Alberto Diego, nos avisa que existe el acicate de la nostalgia para lanzarse al andar literario. Cada quien reinventa el lugar del cual viene, en el tránsito sobre este puente inmaterial hecho de vivencias, recuerdos, miradas hacia atrás, el ayer; que descansa, por un lado, en la patria lejana —la Habana, Cuba, la isla— y la patria cercana —la casa, la familia, los amigos—. Este puente se soporta en la incertidumbre, en el exilio, en el reinventarse, en el sentimiento de estar y no estar en ninguna parte.

Gabriela y Eliseo Alberto se tocan, al leerse, al compartir el trago amargo de los fabuladores trasplantados. Hay entonces otro mal, que invade a la escritora ganada y al escritor perdido, obligar a la pluma a adentrarse en un imaginario que “rebasa la frontera de la contención”. Entre el dolor y el duelo.

Gabriela Guerra Rey se muestra como aquellas personas que, como afirma Alfonso Reyes, “piensan los libros de otros”. ¿Y qué se logra con esto? Otra pertenencia, a un sitio por el momento inalterable, donde José María Heredia, José Martí, Eliseo Alberto, nuestra autora, y otros más, fundan esos puentes entre isleñas trascendencias identitarias. Lee y analiza Gabriela, tres de las seis novelas de Eliseo, La eternidad por fin comienza un lunes o El Grande Viaje del Cisne Negro sobre los lados de hielo de Irlanda (1992), Caracol Beach (1998) y La fábula de José (1999) y nos antoja esa era imaginaria que parece existir desde Homero, en el periplo de Odiseo, y quién sabe cuántos más antes de él.

“Los sentimientos distorsionan la realidad”, el exilio interior crea historias y personajes que Gabriela también emparenta con los de “Lichi”, en su vertiente de novelista. Ya tocará a otros leer con el mismo cariño y respeto a la autora, otros ensayistas, otros amantes del género de la novela. Los puentes se irán multiplicando, sí con el sabor del abandono en sus pies, pero con la elevación máxima que permite ver desde las alturas ansiados horizontes.

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