“No soy un imperio en decadencia”

Encuentro con el narrador, poeta y periodista, Félix Guerra Pulido

Publicado originalmente en el año 2008 en El Caimán barbudo

 

Félix Guerra Pulido (que honor le hace a su nombre), es de esos felinos que todos los días perfecciona sus técnicas de acecho. Iniciado en las lides del periodismo en los años 60, cuenta con 2 500 trabajos publicados y más de 15 libros. Un día, no por azar, me reveló algunas de sus mañosas estrategias.

¿Al llegar a los 70 años, cuando dedicaste  40 al periodismo, algo declinó o la caminata de años paga en vitalidad creadora?

No soy un imperio en decadencia, si es lo que preguntas.

Mi vida está marcada por el trabajo: cada día un poco y algunas mañanas algo más. A la rutina, contra rutina. Vivimos en ciclos de recurrencias, sol y luna, almorzar y volver a almorzar. Contra ese horizonte de sucesos, el antídoto posible es imaginación y voluntad creativa. Dudar de lo que oyes y ves. Amar lo que oyes y ves. Vivir lo que vivas con los poros abiertos. Y lectura, mucha lectura.

No hay que parecerse a los imperios, que si declinan es para mejorar la Historia.

Empezaste en la prensa y la literatura en los años 60. ¿Cómo recuerdas la vorágine intelectual de aquella década fecunda?

Comencé en la revista MELLA, órgano de la UJC. Entré, lo confieso,  por una puerta ancha: subdirector. Enfrenté, sin embargo, una tarea para la que enseguida me consideré apto. Fue autosuficiencia personal y la que suministró una época milagrosa de romanticismos y utopías.

En aquel equipo formaron fila Virgilio, gran dibujante y caricaturista de la prensa cubana, Juan Ayús, luego diseñador del Caimán, José Luis Posada, ilustrador, dibujante, grabador y quien más tarde, con su plumilla, le puso definitivas barbas al Caimán.

También Fremez, Roostgard, Villaverde, jovenzuelos y sonrientes. Colaboró Nuez con su plumilla ingeniosa. En la nómina de redactores, Guillermo Rodríguez Rivera, Víctor Casaus y Antonio Conte, fundadores también del Caimán. Silvio Rodríguez fue aprendiz de dibujante. Otro colaborador y caimanero fue Froilán Escobar, que venía desde San Antonio de las Baños con sus prístinos textos periodísticos bajo el brazo.

Allí decidí: el periodismo era el camino. Ese bicho traía en la cola al narrador y aspirante a poeta que soy todavía. Si sacamos cuentas exactas, aquel MELLA fue la antesala numerosa del Caimán Barbudo.

Cuéntame de la fundación de El Caimán.  ¿Nació con barba o le creció después?

Imposible nacer sin barba y melena en aquella época, a pesar de que fueron muy mal vistas por los dogmáticos. Algunos éramos lampiños, pero con abundante barba interior. Esa nunca fue afeitada, aunque sí perseguida. Era época de tocar el cielo con la punta de las ilusiones, concebir un suelo libre de malas yerbas, bañarse sin jabón de tocador en los ríos de las montañas. De cargar un fusil máuser en el bolsillo, desplazando los peines de retocar el tupe hollywoodense.

El Caimán fue  hervidero de creación e irreverencia: no quiero decir que todo fue bueno, sino renovador. Fue retomar a Martí y Vallejo, a Whitman y Eliott. Descubrir a Borges y Guimares y Rimbaud. Exorcizar musas rojas con Maiacovsky, Eluard y Roque Dalton. Quisimos ser los “niños diablos” de Lezama o infantes terribles al estilo de las vanguardias que a inicios del siglo XX movieron el piso al planeta. Tarea por la que todos tuvimos que pagar un precio a manos del Realismo Socialista y la burocracia del Decenio gris.

El Caimán nació con nosotros, primeros novísimos, hasta que el tiempo trajo otros novísimos. Pero del  primer Caimán reverdece aquel manifiesto que declaraba, irreductible, que el asunto en cuestión no era cantar a la Revolución, porque éramos la Revolución, sino lógicamente pronunciarnos DESDE la Revolución.

¿Qué contactos con La Nueva Trova, cuando el arte respondía a  nuevos paradigmas culturales?

Silvio laboró en MELLA, como dibujante, luego fue asiduo del Caimán. Incluso recuerdo recitales entre poetas del Caimán y la Nueva Trova, allá en Bellas Artes. Tiempo después, desde la revista CUBA hice una entrevista colectiva, quizás la primera, al germen de la Nueva Trova, donde se agrupaban Nicola, Eduardo Ramos, Silvio, Sara González. Creo que la Nueva Trova y los poetas del Caimán inicial quisieron expresarse con paradigmas, como dices,  para los que no estaba apta la susodicha burocracia de los 70. Aunque sí, por supuesto, la época. Pero ellos se abrieron camino y formaron un elenco imbatible. Algunas importantes figuras de la nueva cultura socialista ofrecieron respaldo y eso los ayudó a sostenerse en el vaivén. Casa de las Américas y el ICAIC, jugaron roles decisivos.

Poesía  y poetas del Caimán, a causa de muchos factores, no tuvieron suerte tan fulminante y sobreponerse resultó una historia más larga. Pero ¿qué combate pierde la poesía para siempre? La poesía se nutre de inspiración y musas, poesía ya escrita, vida marginada e íntima, y de derrotas, pero igual de toda ética y amor social que otras instituciones y personas abandonan al camino. Devora intolerancia y la convierte en perseverancia, irreverencia, resistencia. La fuerza para resistir dentro aumenta fuerzas para resistir al adversario foráneo. Los peores enemigos, creo, son internos. Burocracia y oportunismo, más sus aliados, conspiran contra un nuevo mundo, no solo en economía y política, sino también en  expresión, cultural, ética y solidaridad.

¿Fue una decisión del tiempo y el aprendizaje o hay algún temprano suceso en tu vida que te compulsó a escribir?

Sí: nacer. Y tener ojos para ver. Con ojos ya abiertos descubrí comadrona y luz. Noches y cocuyos, lunas y eclipses.
Y descubrí a mamá, acto seguido, alimentando con su teta, y a papá, que  marchaba a cortar caña, para que yo, desconocido  y recién llegado, tuviera cuna y comida y escuela y libro. Eso despertó mi fantasía. Todo resultaba fabuloso. Viví en un pueblito llamado Esmeralda, hasta que el tren cargó con la familia y se la llevó a una urbe mayor. Por esas ventanillas recordé un verso aprendido en el tercer grado que cursaba: Esmeralda rumorosa, porción del patrio suelo mío, y aquella estrofa sembró en mí la nostalgia perdurable.

Vi montones de dibujos tuyos y siempre me parecieron muy buenos. ¿Por qué no prestas más atención a esa musa fiel?

La poesía necesita compañía: ese dibujo es un acompañante de sillón para los días de hospital. Ojalá alguna vez los publique.

¿Libros preferidos?

Me interesa la inmensidad, leídos y sin leer. Los escritos que ya no leeré y los futuros que tampoco leeré.

Y me interesan los próximos libros que escribiré. Y los que pasean por las editoriales: ahora en este momento una novela, que edita Letras Cubanas, y otros dos que esperan turno en Gente Nueva.

¿Cómo fue tu distanciamiento forzoso del periodismo? ¿Qué hiciste en ese tiempo, además de la talabartería?

. Fui zapatero y talabartero, a partir del año 70, luego de escribir Che Sierra Adentro. La burocracia dogmática me envió a la calle; fui despedido. Entonces di de comer a la familia fabricando carteras, zapatos, cintos, petacas para cigarros. Si excavan en la ruinas de los artesanos de hoy, encontrarían los fósiles de mi artesanía. Tenía mujer e hijo y no podía prescindir de alimentarlos.

Después rodé por almacenes, delegaciones provinciales de Comercio Interior, el propio Ministerio de Comercio Interior, el ICIODI y Publicitar, a un traspié de mi regreso pleno al periodismo.

El viaje duró 15 años. Me abrieron una plaza en la revista Bohemia y comencé mi trabajo de ecología, del que fui pionero en la prensa cubana y por el que recibí, en l995, el Premio Anual de Periodismo, que entonces se llamaba aún José Martí. En el año del centenario de la muerte del Apóstol, quedé casi redimido, aunque todavía nadie ofreció hasta hoy una satisfacción o explicación. Che Sierra Adentro ahora cuenta con 20 ediciones en todo el mundo y es el primer libro escrito sobre el tema, a nivel mundial, luego de la muerte de Ernesto Che Guevara.

El trabajo en equipo te marcó notablemente. Trabajaste con Froilán Escobar, Tomás Barceló, Posada y Muños Bach. ¿Qué te aportaron estos puentes de colaboración?

Froilán fue el coautor de Che Sierra Adentro: una aventura sin paralelo para mi historia personal. Subir montañas hermana hombres.

Con Barceló, fotógrafo de puntería, recorrí el archipiélago, sus ciénagas y penínsulas, las cayerías de norte y sur y conocí su flora y fauna, así como sus abundantes plagas de jejenes y mosquitos. Fue una época fértil, vi profundo a la patria. Sus cotorras y cateyes, sus garzas reales, tocororos, zunzunes y zunzuncitos, sus especies de jutías, sus tocororos y almiquíes,  sus cocodrilos e iguanas. Conocí  manglares y bosques. Conocí lo más alto del Turquino. Me extravié en  vericuetos de la Sierra de Cristal, en el macizo montañoso Sagua Baracoa, navegué ríos, subí toda montaña con que tropecé. Toqué el cielo de Cuba.

Las aventuras con Posada y Bachs fueron gráficas. Yo escribí los textos de las Criaturas insólitas o desaparecidas, publicadas en España y Cuba,  y José Luis hizo los dibujos. Con Bachs compartí muchas historietas, él dibujos y yo guiones, durante años, y el deleite incomparable de las conversaciones.

Queda un gráfico en el tintero: Amilkar Feria, que ilustró el Amor de los Pupitres, luego Premio de la Crítica, y Melodía del Pez tambor, ambos publicados por Gente Nueva. De él es también la portada de Para leer debajo de un sicómoro, largo diálogo de diez años con José Lezama Lima, publicado por Letras Cubanas. Y además las ilustraciones de mí más reciente poemario: Isla y otros continentes.

La imagen me persigue y persigo la imagen. Nos hemos dado alcance en múltiples ocasiones.

¿Qué detonó la computación, después de años tecleando  máquinas? ¿Qué tal de Internet y la inmediatez en la difusión de  ideas?

Escribo más desde que existen computadoras. Y admiró más a Martí, por ejemplo, que redactó con pluma de ganso y dejó  poesía de maravilla y esos ensayos donde nos enseña a pensar, siguiendo la huella de Varela. Hablo también de los ensayos sobre Whitman, Emerson, Wilde, Pushkin, etcétera, que inauguran un pensamiento modernista muy adelantado en tierra americana. Esos ensayos y sus crónicas son fundacionales. ¿Qué no escribiría Martí con una computadora?

Con Internet, para estupor de los poderosos, se abre una era de democracia imparable. No perfecta, de hecho se manipula, como toda prensa. Pero la circulación de información y el debate de ideas que abre, también conducen a un mundo mejor, con infinidad de nuevos individuos pensantes. Si las riquezas en moneda en mucho tiempo no podrán ser todavía compartidas, ya la información comienza a estar más repartida. Y esa es la ruina de todo poder ruin y no solidario.

De tus libros, con varias ediciones y traducciones, ¿cuál echarías al Arca al acercarse la inevitable sobreelevación del mar?

Digo como Martí: O nos salvamos juntos o nos hundimos los dos.

Tu obra maneja parámetros no comúnmente sopesados. ¿Por qué esa intertextualidad con ecología, cuántica,  universo?

La fascinación por especies animales y vegetales vino conmigo al mundo. Nunca enjaulé un pájaro. El universo cuántico se me reveló una mañana: para abrir un ojo necesitaba energía y mi desayuno estaba hecho de energía. También mi máquina de afeitar. El día cruzaba conmigo gastando y consumiendo energías. Abrí libros: leí mucha energía aquietada en conceptos sobre los orígenes y las expansiones. La expansión es la mayor fábrica de energía. Un árbol desenvuelve su energía y libera oxígeno, indispensable para respirar y vivir.

Habitaba un universo que era y no era como lo veía y comprendía. Leí a Einstein, Sagan, Hopkin y quedé embriagado con esta visión no ya del universo sino de los universos, los anteriores, los contiguos, los paralelos, los interiores,  los simultáneos y encapsulados con el tuyo.

La aventura de comprender ese orden divino o natural del gran entorno sideral y espiritual, me subyugó para siempre.

¿Hasta qué punto consideras necesario clasificar y cuándo es oportuno romper reglas?

Si siempre pudiéramos romper reglas, lo óptimo, resultaría totalmente innecesario clasificar para los eventos de hoy o mañana.

¿Y la familia, cómo te nutre para roturar todas las páginas que tienes en tu haber? 

Sin familia, amigos y personas que amar, es muy difícil entender el concepto Patria. Y entender el concepto equivalente de Poesía.

El Caimán es un carnívoro que viste salir del cascarón. ¿Cómo estimas su salud y los pronósticos de longevidad?

El Caimán pasó por muchos estadios y recodos. Hay un minuto ahora de revitalización en sus páginas. Es una de las pocas revistas, culturales o no, que busca renovación de lenguaje, angulación del tema, que enfrenta la obsolescencia conformista de la prensa actual, que invita a meditación y polémica. Que piensa cada título, foto o pie de foto. Que se bate, y no en retirada, contra estereotipos y cliché y politicismo e ideologismos tontos, de consignas y machaconerías. Hay creatividad e imaginación. Trabajo gráfico en ascenso.

Defectos: tipografía pequeñita, (mal de la prensa cubana, que ignora que compite con prensa digital, TV y mayor longevidad de la población), mala impresión (idem), exceso de materiales en cada número al estilo de una muralla escrita y reescrita durante infinitas generaciones. En fin: un barroquismo algo recargado.

Le pronostico la duración del siglo XXI que espera por delante.

Poeta Félix Guerra
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