Por Marina Troilo*
Escribí esta reseña desde dos lugares, primero desde el profundo respeto y confianza que tengo por Luciano Lutereau, tanto por su persona como por su ética profesional, y también por el interés que me genera su escritura y su lectura de nuestra práctica clínica. Lectura que siempre me ayuda y me impulsa.
“Edipo ha muerto” es el título con el que Luciano Lutereau nos convoca a pensar. Por un lado, la frase es contundente, y por otro lado está dispuesta a justificarse. Cada uno de los tres capítulos que contiene este libro son el recorrido de tres ejes, o tres preguntas con las que Lutereau se propone interrogar las consecuencias de que el Complejo de Edipo no esté asegurado en esta época.
Para eso toma la infancia, la adolescencia y la filiación como vectores con los cuales pensar algunos fenómenos que se presentan en la práctica actual; dificultades en el habla, el control de esfínteres, el destete, el dormir, pasando por aspectos de la adolescencia como el deseo, el primer amor, el proyecto de vida, sexualidad. Bajo la premisa de que no es seguro que un joven de catorce o quince años sea un adolescente, Lutereau plantea las consecuencias de que no haya período de latencia, tiempo privilegiado para la constitución de las funciones del yo.
De esta manera también interroga si todo niño es un hijo. ¿Que hace de un niño un hijo? ¿Cómo se introduce en una cadena generacional un niño para devenir hijo? ¿Qué efectos encontramos en los niños que tienen padres que siguen en posición de hijos?
Como se puede leer, Luciano Lutereau piensa con preguntas, pero también piensa a partir de algo que me parece que es importante para él, y que consiste en una inquietud respecto del crecimiento. No duda en darle valor al crecimiento sin por eso hacer una valorización progresiva, lejos de plantearlo en términos de desarrollo evolutivo, Luciano se pregunta cómo crece un niño y un adolescente, dando un lugar fundamental a las funciones parentales como también a las comunitarias.
Planteando que Edipo ha muerto, nos deja la inquietud de cómo se subjetiva un niño si la matriz simbólica que implica el Complejo de Edipo declinó. En este punto, su libro me convoca, como muchas otras de las lecturas que propone, a pensar no solo la responsabilidad que tenemos como analistas, sino también el lugar que como adultos tenemos en la vida de un/a niño/a.
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*Marina Troilo es psicoanalista, especialista en clínica psicoanalítica y docente de la materia Clínica de adultos II de la UBA