Reseña: Juana Lew
Jesica ha tomado la pluma… Una pluma con tinta dolida y puntiaguda, una que rasga el papel dejándolo mal herido. Ella se ha convertido en el dolor que promete salir de un infierno con nombre, sin apellidos pero con nombre, y de ahí se sale sólo después de haberlo habitado, ni un segundo antes, una trayectoria que ha tenido que recorrer paso a paso, ella lo supo, lo ha sabido, y cualquiera que ha tomado su libro entre las manos, ha tenido que derramar dolor con ella, a su lado, de su mano y sobre sus lágrimas.
Jesica se ha atrevido a verter su ser. Sin miedo y sin pausa, todo afuera y de un solo golpe brutal, con las inmensas cosas que se desparraman para no ahogarnos en su silencio. Ella las ha obligado a cantar, sabiendo que “Al día siguiente se marchan como si nada con una sonrisa que dice que volverán y más vale que les abra la puerta”.
Ella dice que nació rota que quería comerse al mundo y el mundo se la comió… yo digo que su magnífica pluma venía cargada de un antídoto, uno con el poder de tomar los pedazos y unirlos a fuerza de mirarlos con un poco de piedad y un mucho de sabiduría, pegarlos aunque resten cicatrices, aunque susurre desde lejos la misma tristeza, la misma hendidura, el mismo llanto.
Nadie aquí va a presenciar ninguna muerte, ninguna, eso sí lo sé de cierto, porque compartimos nostalgias azules, y conozco la materia de su tinta que se ahoga pero siempre sale a respirar, airosa tinta de los valientes!
¿Se cura? No.
No se cura la vida. Se vive con cada nube desazulada y se respira con el aire que nos quiera ofrecer, el denso, de pronto, y el ligero cuando se pone amable, pero uno sigue sin cura, hasta que un día llega puntual la inesperada o esperada muerte. Solo algunos tienen los nervios descubiertos y saben, porque pueden, nombrar… Jesica nombra, no hay duda, pongo mis ojos como testigos, porque ella sabe “de qué está hecho el suicidio, dónde nacen sus raíces”.
“Se renta vida a persona funcional”.
Yo no sé quién pueda ser funcional, tal vez nadie, tal vez sólo haya gente que se sepa contar con más disimulo la historia de su historia, que sepa colorear el cómic con ingenio de comediante y que sepa sonreír por encima de cualquier obscuridad… incluso se puede funcionar siendo disfuncional, y los que lo somos, nos reconocemos al primer son de las pupilas. De pronto es incluso un privilegio, y esto es un atrevimiento de mi parte mencionar, pero no cualquiera puede hacer sonar las campanas de la poesía y escribirla con sangre herida.
No cualquiera hace redoblar el himno del desasosiego cantando a voz solitaria pero afinada. Ella puede, lo ha hecho sangrando y respirando hondamente a la vez. “Siento una herida, pero no la encuentro, no hay cortada, pero sangro”.
“Este aferrarme duele cuando todo me grita forastera vete”.
Y así va su libro. ¿Libro? ¿Podrá llamarse libro? ¿Debería llamarse libro? Es algo casi sagrado tener entre las manos estas líneas. Se me forma un silencio cómplice que me hermana con su dolor.
Me duelo de tu mismo duelo, escucha poeta, no estás sola:
“¿Y si me muero te mueres tú también y nos vamos juntas al cielo? Tomadas de la mano así no me importa, si es contigo sí me muero”.
La poesía ES tu mano , inventa y descifra los códices de tu tristeza, y hay un coro donde cantamos las dolidas la, sin duda, bella existencia.
La poesía, poeta, va siempre haciéndote compañía, y en tu mano habita tu corazón. Por eso escribes tan cierto, por eso te llamas poeta.
“Mi poesía es un canto llagado
Un desierto con un sauce llorón y una silla”.
Eso tiene tu poesía: la bella sombra de un sauce y una silla donde sentarse. No es poca cosa. Todos los que hemos estado de pie al rayo furioso del sol lo sabemos.
Jesica, lo digo en voz alta, y algo en mi boca se llena de profundidad. Jesica en esas minúsculas que se engrandecen en mis labios. Eres inmensa con cada suicidio que no has cometido, con las aptitudes para ejecutarlo y con la osadía con que vives la azarosa vida.
Gracias por el regalo de tu honestidad, por portar tan verticalmente tus ojos abiertos y por no cerrarlos a pesar de la adversidad, por dar voz íntegra a lo que tantos hemos callado.
Qué las horas tristes dejen de estar desahuciadas.
Gracias siempre por ti.
Juana