De la serie Dramaturgia de las piedras

Cualquiera tiembla. A menudo tiemblo yo.
Con mi piel débil y vandálica. Tiemblo,
por ej., en el amor. Siempre camino temblando hacia el amor. Ni concibo amar si no hay estremecidos temblores de por medio.

Tiemblo cuando odio. Son temblores esporádicos o intermitentes. Reprimidos. Tiemblo por odiar. Tiemblo en invierno si olvido y dejo una ventana abierta.
No siempre tiemblo ante injusticia o adversidad, pero a veces rechinan las mandíbulas.

Tiemblo cuando tiembla la tierra. Como
títere sorprendido soñando. Temblor doble o multiplicado. Cuando ventanas
se cierran de portazo, vuelvo a abrirlas,
pero antes me sacude un temblor inesperado. Cuando la piedra rompe cristales y es aviso
que llega de ninguna parte.

Fantasmas de la vejez hacen temblar.
No por arrugas y canas. Sino porque crean verdades inmutables y vidas y subsistencias
sin movimientos ni vuelta atrás.

Cuando tiemblo, luego no soy la misma persona. Cada temblor deja fibras que crecen y cambian
lo vivido antes. Y transfiguran además soplos
del futuro.

Tiemblo, a veces, durante el crepúsculo, abrumado por la belleza de lo que se extingue. Abismos estremecen con sacudidas ciegas que solo puedo sufrir sin describir.

Creí que el tiempo no me haría temblar,
pero tiemblo cuando hojeo álbumes de fotos. Recuerdo nacimientos de individuo enseguida borrados de la memoria.

Si amigo o familiar desfallece o extingue, temblores bajan por la columna vertebral a las rodillas. En tumbas, bajo tierra,
se amontonan rancios entrañables temores

Si lince alcanza a la liebre, tiemblo. Si
escapa la liebre, tiemblo. Entre esos dos temblores se ensancha la vida.

Tiemblo a menudo y no lo escondo.
Tiemblo y no me avergüenza. Sin embargo, vergüenza mía o ajena, da a mis rodillas razones adicionales para trepidar.

Tiemblo debajo de la colcha y más debajo
de sábanas. Tiemblo en diciembre y enero,
en agosto tiemblo, si amenazan huracanes, soledad o tiranías.

Enemigo, sin embargo, ese que mata
y odia sin vacilar, nunca me vio temblar.
Ni pensar quiero ese salto, porque me sacude una irascible ráfaga de temblores.

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