La llave de la ciudad, siempre
precedida por discursos, es grande, esmalta
da y no entra por cualquier cerradura estre
cha. Solo por la Avenida Independencia.
La llave que entregan a los ilustres, no abre
nada, apenas algunos aplausos y licores.
La llave que tintinea en el bolsillo y jadea
por salir, es clave a la hora de regresar a ca
sa. Llave probada con destreza en los agujeros.
Allá al fondo, sin embargo, la llave secreta
del patio es la flor del naranjo.
Y la llave de las frutas es tu lengua,
que suele arrasar mi paladar. Néctar bajando
al Cielo de mi boca. Subiendo a las plantas
selváticas de los pies. Luego a inverosímiles
puertas mía que abren a tu paso.