Del libro, A propósito de San Juan y otras miniaturas
Premio estatal de cuento “Beatriz Espejo” 2015, Tlaxcala
Cortesía del autor
Hace dos años el Presidente vino a prometernos que el pueblo se convertiría en ciudad. Un año después llegaron los ingenieros a trazar media docena de calles, y otra vez el Presidente a decirnos que ahora sí.
A los pocos meses se llenó de camiones y más camiones con material. Todos tenían trabajo. Adoquinaron las calles, construyeron escuelas y negocios, muchos negocios. Para el campo hubo tractores, cosechadoras, semilla de primera calidad. Se pavimentaron más calles y se construyeron bodegas. Los comerciantes pronto tuvieron tráileres para mover la mercancía y, cosa maravillosa, un helipuerto. Nadie lo creía: todo era felicidad.
Una mañana llegó una caravana grande de pickups. El que bajó de la más bonita no se parecía al Presidente y lo acompañaban tantos escoltas tan bien armados que pensamos que tal vez sí, que era el nuevo Presidente. Se fue a meter a la alcaldía y nosotros a trabajar. Al otro día el señor Alcalde nos mostró los bultos de semillas que había que sembrar entre la milpa. Yo nomás la vi y supe lo que era. Me dieron ganas de chillar, pero la verdad que el pueblo ahora es ciudad, pequeña, pero bonita, aunque no tengamos permiso de salir, y haya que sembrar y cosechar, sembrar y cosechar.