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SU LARGA MELENA
Anochece,
paso a paso las luces rojas
se sumergen en la ciudad temblorosa.
Laten las manos al volante,
la música al ritmo del beso lento
de las copas de los árboles
sobre las aguas turbias de un verso.
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Es de noche y ventana abajo
las luces se suceden y seducen,
la densa niebla se asoma a las ventanas, abraza las fachadas.
Me descubro mirándome cara a cara.
Bajo las sábanas, entre gemidos,
una pierna desnuda profundiza en el abismo
sobre el que a veces tú y yo nos hablamos sin saber bien qué decir.
Y me descubro tocándome la cara,
en el frío cristal, especulo, cada gesto.
Afuera se intensa la blanda niebla blanca.
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Es de noche y recorren las calles las palabras
se cruzan y fugaces, caen rotas.
Los escaparates y sus cámaras y pantallas
nos roban el alma a fotogramas.
Mientras, destiñe los rostros la lluvia. Rostros de tiza.
Detenido en medio de la nada.
Destiñe los rostros la lluvia
y un gran lienzo sobre el asfalto
pronto se pierde por las grietas.
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Se retira la noche
a los callejones y esquinas en vilo
con su voz un suspiro y su larga melena
nos deja en medio de una calle y sin mapa.
Un coche se detiene
mis ojos un espejo.
Un vacío mis pasos me da tiempo a sentir el frío
y en su fuga el mismo brillo de unos labios compulsivos
repitiendo el último verso,
empobrecen todo cuanto besan.
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(La soledad tras el ruido de fondo, Ars Poetica, 2019)
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AUTORRETRATO
Recógeme
en tu regazo me siento
un alma en pena
de muerte rebrota
la luz de una luna segada en el cielo en pleno día
persigo en la hierba mi propia mirada
un jardín en blanco y negro
y tú y yo sentados sobre la valla de madera en pausa
el sol que sube y cae
nos relata un terremoto en medio de un letargo que se ensancha.
Silencio mar de nubes
tomada de la mano
a la espera rápido se devora todo
tan sólo un instante me pides
no asientas tan cruel
que son vidas
latentes
a nuestro alrededor intenso
como un corazón a paso lento,
que pasó tanto
t-a-n-t-o tiempo
perdido en los suburbios
que sólo abrazado a las ruinas se siente parte de este olvido.
Dime lo que quieras,
no creo que haya una sola verdad
que no contenga entre sus letras
cada una de todas las mentiras.
Yo, mientras tanto, difuminaré el contorno de las cosas con mis dudas.
¿Durante cuántos años recorrieron la periferia tus anhelos?
¿Cuántas veces te verías sin saber si eras tú mismo
quien saluda al pasar?
¿Cuántas noches distancian tus sueños de los míos?
¿Cómo voy a reconocer mi rostro
si hace tanto
t-a-n-t-o tiempo
que me busco a oscuras en la otra mitad
de la foto?
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(La soledad tras el ruido de fondo, Ars Poetica, 2019)
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LA MISMA SENSACIÓN
Desde el balcón de mi casa de verano veo Marte
y pienso en la guerra de Siria
y en que los planetas no vibran sólo duermen acurrucados.
Entonces, todos somos un sueño,
personajes
de un escenario que se ilumina
porque alguien necesita vernos,
necesita distraerse y le damos el capricho.
¿Y las olas? ¿y este viento que me incomoda en esta noche de verano?
Y el silencio, los terremotos, la luna que todavía no ha salido,
los celos, la envidia, la desidia,
el sexo, tu piel, el frío,
un insecto sobrevolando una pistola que apunta durante los mismos tres segundos
a un tipo en Alepo, en Guayaquil, en Barcelona o en un Walmart en El Paso,
mientras se pregunta por qué
y trata de repasar su vida y se ve allí mismo una y otra vez porque no puede desviar la atención del cañón que está por cegarle para siempre.
Sigue sin salir la luna
pero la gente en la playa (a pesar del frío) se empeña en reencontrarse con su pasado
y no recuerdo si dije Marte o Júpiter
pero lo único que veo ahora desde el balcón es una luz que tintinea bordeando el horizonte
y no dejo de pensar si las estrellas fueron barcos
que quedaron enganchados al moverse la cúpula celeste,
cuando me salta la notificación de un “me gusta” por la foto que subí a Instagram
hace tan sólo dos semanas en plena luna llena
una noche como la de hoy
en la que no pasé frío
pero la gente seguía añorando su pasado
como una noche y otra y otra y cientos de ellas
al abrigo del verano.
Distintas formas de mirar, sí,
pero la misma imagen y la misma sensación desesperante
de que nada cambia.
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(inédito)
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UN CUTRE ESPECTÁCULO
Cuenta Godard que el origen del cineclub
convirtió en arte la realidad.
De los años 20 conocemos la decadencia,
el jolgorio, las prohibiciones y el hundimiento.
Han pasado cien años y hemos hecho
de la vida
un cutre espectáculo.
La decadencia se acentúa
el jolgorio es necesidad
lo que se viene
las prohibiciones
quizás harán a los artistas resurgir de nuevo
quizás nos hagan escondernos
y banalizar otra vez
lo que se estaba convirtiendo en indiscutible
pero de tan manoseado estaba quedando sucio
irreconocible.
Cuenta Godard
“Todo se puede hacer
salvo
la historia
de lo que uno hace”.
Por tanto, todo lo que contemos de nuestro momento
será pasado al instante
toda película
convertirá en farándula o en arte, en el mejor de los casos,
una realidad que ya no es la nuestra.
Dice Godard, pero rehago yo, que ya está bien de Godard,
que entre todo lo que nace y todo lo que muere
entre lo que pasó ayer
y lo que vendrá
entre nuestras decadencias de hace cien años y la del presente
hay un intercambio continuo
e indiferente.
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(inédito)
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Sobre el autor
Alejandro López Pomares (Orihuela, España, 1983) es escritor, poeta, profesor e investigador. Licenciado en Antropología Social y Cultural y en Biología, gestor del patrimonio cultural, natural, artístico e histórico. Autor de la novela La mirada perdida (Celesta, España, 2017) y del poemario La soledad tras el ruido de fondo (Ars Poetica, España, 2019). Es editor y redactor de la revista literaria digital La ninfa Eco. Ha desarrollado los proyectos digitales Instrucciones para una obra de arte y Un pueblo bot a bot.
Incluido en las antologías Empireuma. Revista de creación, Especial año XXX (Orihuela, 2015) y Encuentros con la poesía en la Casa Natal de Miguel Hernández. 27 poetas (Fundación Cultural Miguel Hernández, Orihuela, 2019).