El escritor cubano Froilán Escobar escribió su experiencia de lectura sobre el relato de Andrey Araya, titulado En medio de ninguna parte, y que recientemente A4manos publicó en este espacio:
Para Andrey, por su relato
Tu frente chocó con algo, con algún pedazo de realidad que te recordaba el peso o la sensación de orfandad que te dejaba en los ojos la noche después de muchos intentos por ver eso que la gente llama estrellas. Porque siempre lo habías intentado. Siempre has tenido esa experiencia, desde que te quedaste solo en aquella penumbra dolorosa, en que no sabías ver el aire porque no habías conocido el jadeo tibio de alguien a tu lado, de alguien que te permitiera agarrarte de algo, de algún pedacito de eso que la gente que no sabe lo que es quedarse en lo oscuro llama luz, de un impulso mínimo, quiero decir, que te permitiera alargar la mano para tocarle a una persona a tu lado la respiración. Hubo tanto tanteo. Con tus pies. Con tus brazos. Con tus vísceras, incluso. Con tus ojos que los pusiste a ponerse largos de miradas para tener, aunque fuera únicamente un tantico así, la sensación de que había un alguien a tu lado. Ah, qué de cosas. Cuánta estrella extraviada en su luz. Cuánto tu querer llegar a un alguien cercano a ti que hiciera posible ese ansiado acto, que disipara la nada. Hubo hasta intentos de pedir abrazos prestados, ruiditos humanos que te permitieran caminar bajo la noche en pos de los que pasaban. Porque el mar, que tanto ansiabas tocar, también estaba solo a lo lejos. Ah, que absurdo que haya que buscar la luz en la oscuridad. Buscar presencias donde no estuvo nadie. Buscar caminos donde no hubo pasos. Cómo pedirle al mundo, que anda perdido por la Vía Láctea, que vuelva a venir con la mañana. Cómo carajo pedirle un mendrugo de palabra a tu boca que haga posible abolir ese vacío donde uno queda cuando no hay nadie a quien quererle, aunque sea de perfil (como intentó Vallejo), la ternura, aunque sea de soslayo la presencia en un retrato compartido. Hubo tanta noche entonces, tanto todo sin color en aquella penumbra en que te quedaste sin que tú mismo te vieras, sin que pudieras percatarte entonces de que eras un niño cuando te dejaron.
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