Una noche, Agnès estaba durmiendo. De pronto, su gato Smigley empezó a virarse a la izquierda, luego a la derecha, y así doce veces más hasta que Agnès se despertó. Luego, lo que ella vio la espantó al principio, la asustó después…. Y así, hasta que se le pasó.
¡Ella se sentó en su camita rosada para ponerse sus pantuflas, pero cuando puso un solo pie en lo que debía ser una de sus pantuflas, o la alfombra de su cuarto, lo que ella sintió fue un vacío!
¡Cuando ella levantó la cabeza, lo que vio le cortó el aliento! Había 15 constelaciones, millones y millones de estrellas, un cielo negro como el espacio…. ¡No, esperen…, de verdad se le está cortando el aliento! ¡Estaba en el ESPACIO!
Menos mal que ella era fanática al espacio, porque en una esquina de la cama (que estaba flotando) descansaba tranquilamente su casco espacial de metal resistente, y el de Smigley, igual al de flores de Agnés, solo que el suyo tenia pintados ratoncitos y sardinas.
Los dos amigos se pusieron sus cascos y el efecto de relajación fue inmediato.
Me encanta el conteo del numero de veces que el gato Smigley se dio de vueltas. Qué bonita manera de enfrentarse al miedo, a lo desconocido: la compañía de un gato (familia) y su casco espacial (las herramientas que adquirimos en la vida). Sin duda hay que seguir fomentando esta habilidad y gusto por la escritura.
Me encantó Añes
Formidable episodio … me encantaría viajar la próxima vez con Uds
Adelante con la buena literatura.
Félicitaciones
Myriam Romero Leroy
Gracias