Construí, inspirado, la primera choza, invención formidable. Y los dioses se mudaron conmigo.

Construí altar. Luego otro. Y llegó la duda a instalarse entre nosotros.

Fabriqué escalera. Escepticismos e ideologías bajaban y subían

tropezando por los escalones.

Vi un orinal en alguna parte. Improvisé uno. Invento prodigioso. Pero continué meando en los rincones.

Publicaron libros. Tradición oral comenzó a erosionar y perder colinas.

Me movían al unísono instinto y lógica.

Un día llegó el aliento de las letras y los conceptos. Algo leí.

Fabricaron sobre 4 ruedas y la muerte también se aventuró a pasear

por los caminos.

Vi teléfono: comuniqué con los recuerdos. Esquina de los dinosaurios no respondió a la llamada.

Prensa convirtió al lector en tiro al blanco del Poder. Por lógica desconfié de la palabra impresa.

Abrí huecos en las inmediaciones. Miraba dónde y cómo defecar

tranquilo. Sin pico ni pala, aun por inventar. Orinal seguía tirado

en un rincón.

Según raciocinio austero de la época, bastaba con un corte de cabello

al año y tres afeitadas de por vida.

Fabricaron jabón, pero ya había contraído demasiados deberes y extraviado cualquier  vanidad.

Soñé sin rumbo. Atrás, adelante. Arriba, abajo.

Choza sin más claridad que una ventana. Luz de Sol y agua de Aguacero

por el mismo hueco. Lógicas contrapuestas en la vorágine.

Fuego, pero con mucho gasto de energías.

No podía imaginar fósforos . Menos cigarrillo o smog industrial. O  el humo arrogante y genocida de siglos venideros.

Soplé hogueras sin saber que inventaba el carbón.

Caza y fuego trajeron alimentos precocidos.

Invierno propuso abrigos y piel alcanzó elevados precios en el mercado del frío.

Hoguera, temblores. Carne chamuscada. Luz de familia, definitiva, crepitando entre nosotros.

Fibras de lógica ayudaron a hacer cuentas y anotar  fechas.

Presentí filo y corte. Iluminación repentina venía de las llamas.

Rebaños  acarreaban toneladas de alimento vivo.

Soñé sin rumbo. Instinto perseguía lógicas demenciales teñidas

con el rojo de la sangre.

Soñé al norte, al sur. Abajo, atrás. Por caminos de lodo.

Fantaseé con puntas afiladas. Especies y olores.  Luego de una mala digestión.

Noche  y día.  Lógicas enfrentadas o desenfrenadas.

Sombras, ruidos. Algo se acerca. O alguien se oculta. O

se ocultan dos. O todo el ejército enemigo.

Lógica del venablo. Lógica del filo. Lógica sin lógica.

Presencia lógica del árbol y otro árbol. A continuación presencia

deseada del bosque.

Hierba en la paciencia natural del pasto.

Aire de atardecer arrastrando un raciocinio intermedio y saludable.

Crepúsculo y melancolías que no encuentran su propia sensatez.

¿A dónde fueron métodos del Sol?

¿A dónde invierno que hace retemblar?

Paisaje obliga a imaginar. Imaginar acarrea: dudas y razones.

Sombras crecen bajo el juicio imprescindible del follaje.

Río corre necesariamente en dirección de la lógica.

Final de agua alejándose, va rumbo a una lógica mayor incomprensible.

Mar escapa en dirección incierta y solo deja ver horizontes inalcanzables.

Lógica, como látigo, tensa paladar y tacto.

Imagino distancias. Sabor de otros pájaros y del agua que no vemos.

Concluye invierno. Fin del frío.

Llegan otras estaciones. Palpitan lógicas desiguales.

Sobrevivo. Por instinto. Acompañado de la sensatez de mirar

donde piso y pulmones desempeñándose a plena capacidad.

Solo falta encontrar en cada caso el hilo indudable de la corriente. O imaginar donde se oculta la ruidosa humedad del mar que nos fue.

 

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