PARADISO: ERA IMAGINARIA

Sobre la novela de José Lezama Lima

La cena, con todos sus aderezos y exquisiteces,  que saboreamos en el célebre filme cubano, Fresa y Chocolate, es cita del festín escrito que ocurre en la aún más célebre novela Paradiso, del escritor y poeta José Lezama Lima, quien conmovió el siglo XX americano con su controvertido texto. .

Paradiso es, creo con seguridad,  una página, o varias, de la historia de Cuba que no ocurre. Es decir, que solo ocurre en apariencia durante la narración, pero que evoca y literaturiza de forma puntual y  en sol mayor, con  personajes, circunstancias  y trasfondos, instantes cotidianos y reales de sucesos comprobados pero inverificables.

Afirma Cintio Vitier, poeta cubano de alta magistratura, que “Paradiso es la historia imaginaria de la formación de un poeta que quiere alcanzar o merecer la sabiduría.”

Con tal suerte, Paradiso es entonces  historia universal, porque todo poeta desea  alcanzar la sabiduría. La sabiduría personal del poeta, si es real, si acontece durante el calvario y la gloria del aprendizaje, se convierte en música, predijo el sabio Averroes en otra latitud y hace mucho tiempo.

Sin embargo, Paradiso es además, según el propio Cintio,  sustancia de lo cubano, desde el primer capítulo y hasta el XIV, cuando Cemí, el mítico personaje central  corporiza de nuevo a Oppiano Licario,  protagonista entonces que da titulo a la  novela que continúa a esta.

Paradiso y Oppiano Licario, que podrían ser considerados un solo texto que los años y la mano inventora del poeta dividieron en dos tomos, constituyen el mayor acertijo a descifrar de las letras cubanas contemporáneas, aun cuando Julio Cortazar y el propio Cintio encendieron sobre sus muchas cuartillas sendas linternas mágicas indagatorias.

Hasta el capítulo VII, aclara Vitier, el tema es la familia, cubana, por supuesto, y el entorno, social, sobre todo. El capítulo VIII, que debe su fama a cierto morbo de lector (cubanos del año 65-66)  en instantes de lecturas ansiosas y expectantes, trata de episodios de la adolescencia y de la iniciación sexual que proviene de un erotismo narrado desde oscuridades grotescas e hiperbólicas.

La historia contada, y las colaterales, narradas o no en el texto, cuando se vive inserto en el acontecer (sin preconcebidos),  y se literaturiza vida y se da vida a la literatura, termina siendo una historia de barrio, como otras, sin que pierda o gane esplendor, y a la vez, una historia globalizada  por la sabiduría universal, en varios idiomas, de miles de lectores en cualquier rincón del mundo. Quizás eso  acontece con Paradiso.

En algún momento de sus ensayos, tal vez en sus Eras Imaginarias, ensayos,  Lezama Lima descubre que “cuando se llega a sentir la influencia de la cultura universal, ya no hay influencias.”

En palabras que recogí en el texto Para leer debajo de un sicomoro (publicada en l998 por Letras Cubanas), largo interrogatorio, de más de una década, a que sometí al autor, Lezama preconiza: “…aquellas historias terribles, encadenadas con nocturnidad, sobre adulterios, decapitaciones y una concubina narrando desesperada para aplazar el golpe de hacha o cimitarra, es ahora un caldo tibio que se sirve en el desayuno. En la noche l68, Scherezada dice: “Todo lo escrito debe ocurrir.”

Y agrega Lezama: “los nuevos lectores nos vienen pisando el calcañal y son más voraces que nunca.”

PARADISO DEBAJO DE UN SICOMORO

Lezama  aseveró que su novela Paradiso iba teniendo raíces en la realidad momentánea, actual, la que podía tocar con el dedo a cada segundo. Paradiso va entonces de la familia al mito, transportándose en el aire de cubanías, y Cuba no es más que humanidad, señaló José Martí hace más de un siglo. Lo cotidiano, hasta contemplar musarañas, o mirar al ojo del huracán, se vuelve arquetípico, porque lo que sucede en  callejones encuentra aire universal y el universo no está confeccionado sino de una abigarrada cantidad de callejones.

En l970, este periodista le plantó al poeta gordo una pregunta acerca de los diálogos de la novela, de los que se dijo no eran tales, sino quiméricos intercambios filosóficos.

Sin inmutarse, Lezama declaró: “…esos diálogos imposibles de mis personajes, sin embargo son reales. En esta sala (de su hogar) se producen a diario y desde hace al menos un cuarto de siglo. Yo seré una entelequia y puedo no ser un personaje: eso no me deshonra ni  rebaja ni  abruma. Escapo al fluir anecdótico y soy mi propio espíritu navegando sobre el mísero costillar. Usted, amigo, a veces pierde ribetes y como una nube en movimiento adquiere la forma de un bote, de una campana, de un sátiro, de una flauta. Y eso lo debe alegrar, porque escapó al vaso, a su botella. No estamos tan presos ni somos tan mansos. Estas rebeliones sentadas se harán notar en los cimientos y en las antípodas”.

Casi a continuación, adiciona estas frases: “La literatura se alimenta y se inventa a sí misma, a la vez que cualquier recién llegado más  temprano que tarde encuentra su osamenta. Solo dentro del arte nada es imposible, porque al parecer el otro mundo padece por sus demasiadas leyes y prohibiciones. Una de las misiones quizás más trascendentes del arte sea esa: probar en vuelo todas las potenciales libertades y posibilidades de la imaginación”

Dicho en otras palabras, y comprobable en una obra grande, donde novela, poesía y ensayo son el mismo prolongado mural escrito, el arte solo tiene reglas esporádicas y transitorias, y cualquier engranaje debe ser sustituido por el autor para crear sus propias eras, imaginarias sin dudas, pero que son el sustento sólido de lo que el hombre, como especie, agrega a la realidad cotidiana y cósmica. El arte es el mundo creado únicamente por el hombre, porque el resto casi del universo estaba ahí, en su sitio y  expansiones, cuando el hombre apareció llegando desde estratos inferiores.

“En cuanto uno penetra en las páginas de Paradiso  –opinó el autor-  nos damos cuenta de que estamos en la misma raíz, en la misma poiesis, como decían los griegos, de la respiración del mundo respirante, afanoso de transformar lo inorgánico en lo orgánico, lo más lejano en cercano y todo pletórico de un mundo que se agita y que aspira a vivir.”

NOVELA Y AUTOBIOGRAFIA

Lezama Lima no existió para guardarse en un baúl. El confesaba que, en efecto, parte de la materia prima en trasiego, era, por necesidad, autobiográfica. Decía divertido que su persona, como todos, disponía también de una nacimiento y una fecha para contar, y que su vida no era un morral o saco vacío, sino que vivió, vivió, y que vivir no era un asunto para guardar en secreto, ni mucho menos, sino para exponerlo en tabernas, parroquias y novelas.

La imaginación posee varias sustratos y cimientos: uno neuronal, sin dudas, otro proviene de las lecturas, otra de la sinergia de la neurona atenta a lo que lee, otra del hecho de palpitar entre criaturas palpitante de los entornos.

Otra proviene de lo invisible, de los misterios: los misterios, que para Lezama no era una pulpa indescifrable, al contrario, sino que incluía  desde  dudas existenciales, de los signos interrogantes que abre  despertar en las mañanas, hasta el atardecer de esta tarde, los atardeceres en general, incluyendo el ave que bate alas hacia el poniente, persiguiendo una incalculable e incomprensible utopía.

 

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