Cae el muro, con tendencia a ensanchar la base:
busca pólizas y alas  desesperadas,
sepulcros para agonizar.

Cae y cae. Nunca debió erigirse.
Tal fortachón, con solo la mitad del bulto
hubiese impedido iguales evasiones.
Pasión de aislar y  engordar paredes
se compensa con las ansias de violar:
virtud y dramaturgia de la resistencia.

Longitud y altura: miden  la perversidad de quienes erigen.
Al pie de lo que fue, quedan cascotes, guijos, escombros,
residuos de congoja horizontal.
Segunda bulla sigue y otra muralla y otra barrera
vocación de escombros se suma a la agonía.

Comienzan a extinguirse parapetos y almenares:
les toman el pulso y solo permanecen
algunas desfallecidas
piedras bajando los últimos escalones.

Desenfreno y desplomes: tercero y cuarto muro,
y quintos amurallares, y sextos y séptimos
blindares y revistieres, son arrasados, ladrillo a ladrillo,
humo a humo, ojo a ojo,
alambrada a alambrada, lengua a lengua,
y en el sitio deserción y ausencia,
y en los vanos, entre codos  y rodillas,
infortunios y miserias, erigen columnas de inválidos polvos.

Todos los Muros, comienzan a desfallecer:
Claridad que emerge
ensancha comprensiones y esperanzas.
Los muros no impiden sino represan.
No disuaden sino alientan la paciencia. No detienen
sino que inventan los rodeos.

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