Horóscopo vuelve sobre lo mismo.

Papel impreso, obsesionado, repite que mi piedra  favorita es la esmeralda. Tiempo acumula sombras

y laureles, prosperan rancias ilusiones y

nuevo crepúsculo despliega alas al final de la tarde. Algún proyecto de escritura,

con el título: 9 hombres contra uno o

La última muerte de John Lennon,

languidece en las favelas. Eso, por ejemplo. Pero yo, sinceramente, nunca tuve en la mano ni vi nunca una esmeralda. El salto,

de techo a techo, ocurre de nuevo al aurorear. Amanezco aletargado entre neblinas y con párpados plegados a las azoteas.

 

Sol irrumpe por rendijas. Horóscopo afirma:

mi día infalible de la suerte será el jueves.

Soy hombre sin angustia, que no se desespera demasiado. Y continúa sobre el teclado la redacción crucial: Criatura insólitas o desaparecidos o La Melodía del Pez Tambor, por ejemplo.

 

Pero hoy. Hoy, ya viernes atravesando

el mediodía. Y nada. Rayo de sol ferviente

nostalgia y soledad:  solo suelta borradores y tripas. Recuerdo el salto del sueño, de un tejado a otro tejado. Gato no adiestra  sus reflejos, no  prueba el salto

ni los adiestra en la azotea. Son de por sí,  innatos y afelpados.,

Y no salta delante de su huella. Ni por asomo

acosa a lunas. Ni acosa  ciegas mariposas en vuelo contra la oscuridad. Pero insiste. Horóscopo notifica una fortuna.

 

Fortuna en amor. Pero sobre mi cabeza resbala el crepúsculo de otro día de este mes. Es cierto, ciertamente. Tengo suerte.  No caigo del tejado ni caen tejas en  mi cabeza. Ni caigo hacia los tejados arrastrando una sangrante huellas de soledad.

Pero. No basta ni es suficiente. Me quedo amodorrado en casa: veo películas de mafias y luego

otra mortífera sobre decadencias de un imperio.

Y un nutrido noticiero de abundancias.

 

Predicciones meteorológicas o de horóscopo.

No vienen al caso, ni 8/4, ni un carajo. Ni  mágicos cuentos en el largo devaneo, ni cana en el aire ni aire

en las mangas, ni me dejo chupar ninguna acritud

surreal. Sabor acorralado entre soliloquios y loquiloquios. Armas de la panoplia encerrada en silencio. Racha afónica invade ocios de la mano y tráfico nasal: escribo escuálidos haikus que tal vez no sean de amor.

 

Ahora presiento o sueño nuevo saltos: al tejado.

Presentimiento falso o egoísta. A pocas leguas

del amanecer.

 

Pero gato no busca astros, ni plata antigua

enterrada en el barro. Ni cenas del revoltijo

imperial que dejan banqueros  y rapaces.

Sino, oh,  tesoro ambicioso y  hacienda mayor.

Sino, oh, la sublime, fortuna dilatada

de la  noches

 

Busco a deshora y con puntualidad.

¿Qué y a quién? ¿Utopías o quimeras?

 

Debajo de la luna herida el soberano encanto

de la gata que salta de otro tejado a mi tejado.

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