DEL CAPÍTULO 13 DE PARA LEER DEBAJO DE UN SICOMORO: “UNA VENTANA POR ABRIR” (3 parte)
Como animal, el lobo me resulta fascinante: por su estilo de correr con el ojo dilatado por el hilo de la noche. ¿No estaremos entrando al tema de los corderos por la puerta del fondo? Se dice que los lobos son símbolos del principio del mal y amparados en ese pretexto y desde hace siglos, asomamos ballestas y perdigones. ¿Criaturas endemoniadas vinculadas al aniquilamiento final? Posiblemente. Pero ¿aniquilamiento de quién? Por supuesto, sabemos lo que tragan los lobos y a quiénes pertenecen las pieles que se ofertan al contado o a plazos: los escaparates rebosan, en el valle las víctimas aúllan escandalizadas a la luna. El gran lobo caza con escopetas. El lobo mayor hace prevalecer su sueño y se enfunda en una piyama antes de ir a sus reposos. Apenas amanezca recargará cartuchos. ¿Cómo creer en la crueldad del lobo si lo vemos famélico languidecer en la cruz? Entretanto, alguien desayuna y sale temprano a probar puntería. ¿Cómo creer en la crueldad del lobo si apenas quedan siluetas a contraluz intentando borrar la huella esparrancada y ocultarse en la nieve remota de los sueños?