Hay gente que no se preocupa. Hace bien. Porque si se preocupa tendría que preocuparse muchísimo. Otros debían ponerse a pensar enseguida, si no es gente que se despreocupa. El asunto es: cada europeo dispone en tierra firme o agua de 1, 6 hectáreas para sobrevivir, pero consume en realidad lo que producen 4,8 hectáreas. Y esta diferencia se va acrecentando cada año, lustro, decenio.
Ese déficit de 3,2 hectáreas por habitantes, ¿de dónde sale? Por el momento, de las tierras de los países que, por supuesto, no son europeos. Son productos que se cultiva o fabrican en suelos africanos, asiáticos o de América Latina o regiones, sí, europeas al margen casi de la misma Europa.
Esto ocurre donde quiera que hay un europeo de la Europa del Oeste, es decir de la más antigua UE, que no del resto de los europeos, es decir, los de la llamada Europa del Este. De lo que, por supuesto, no todos los europeos consumen igual. Per cápita, debo aclarar. Per cápita significa en última instancia que en unos platos hay más y en otros menos.
En el consumo por encima de sus recursos naturales, que viene a ser el triple, de los europeos, se concentran en agricultura, piscicultura, agua, energía, bosques, sobre todo. En cuanto a energía, por ejemplo, el consumo de petróleo, siempre el petróleo, el gas y el carbón, se multiplicó por siete en 40 años.
Los europeos, sin embargo, tiene una preocupación mayor a la vista: el consumo de los estadounidenses es el doble que el europeo, por lo que el déficit consumo-recursos se multiplica. Y no se habla de una docena de habitantes, sino de cientos de millones de personas que están consumiendo entre 7 y 8 veces lo que consume un africano o un asiático.
Y referido siempre a per capita por individuo dentro de los grandes territorios de los cinco continentes.
¿Si se consume más de lo que hay, incluido la reproducción de los recursos renovables, qué sucede? Digamos, un ave es renovable, por supuesto, mediante el huevo. Pero eso es si le deja llegar a la época de anidación y cortejo y luego al nido. Un pez igual, una liebre por el estilo. Pero ¿y si no los dejan llegar?
Las consecuencias son estas: disminución de los recursos.
Y es lo que ocurre. Las especies animales y vegetales disminuyen al siguiente ritmo: en un 50 por ciento las que habitan en agua dulce y 30 las de aguas marinas. Las especies terrestres, que están ahí, fácil, casi a la mano, disminuyeron en las últimas tres décadas a un ritmo del 30 por ciento.
Mientras esto ocurría en 30 años, la población humana, a su vez, aumentaba en un 65 por ciento.
Es decir, según WWF/Adena Internacional y el informe Planeta Vivo 2004, el futuro es incierto o muy claro.
Uno, se necesitan en mayor cuantía los recursos adicionales que el mundo rico y llamado desarrollado toma o arrebata o adquiere de la parte pobre o llamada subdesarrollada del mundo.
O dos, intensificar la carrera espacial al máximo y localizar, para el 2050, unos 40 planetas más, semejantes a la Tierra, que nos proporcionen recursos para paliar el déficit entre consumo y recursos naturales, tomando en cuenta el aumento incesante e inevitable cada día de la población.
Las cifras, ni conservadoras ni catastrofistas, anuncian un tenso desempeño para la primera parte del siglo XXI. Los per capita preocupan sobremanera a los europeos que se preocupan, y de paso al resto preocupado de la humanidad.