MONSTRUO DE LAS CIUDADES, I PARTE

La rata es un monstruo creado por el hombre. No monstruo al estilo de Frankestein o Drácula, imaginarios los dos, sino real, visible y cotidiano, que provoca ruina y temor a cualquier hora y en cualquier locación.

¿Siempre hubo tantas ratas tragando recursos? Recursos que sumados, afirman, bastarían para satisfacer a un país como España, con 40 millones de habitantes, o atenuar penurias de la mitad de los niños pobres al sur del continente americano.

Las ratas carecerían de su gran universo si la priváramos de alcantarillas, cloacas, edificios ruinosos, solares yermos, barrios insalubres, deficiente higiene ambiental, depósitos de basura por doquier, impropios y escasos servicios de recolección y desperdicios arrojados por cualquier lugar. Las ratas crecieron parejamente con las poblaciones humanas y el auge de ciudades, industrias, almacenes, residuales, y las carencias siempre en aumento de la higiene ambiental.

En ciudades como Madrid, París o Tokio se calculan hasta tres ratas por persona. En Ciudad de México o Managua, entre seis y ocho, promedio que serviría para aplicar a La Habana. Depende de la continua acción de desratización conjunta del Estado y los ciudadanos, que deben enfrentar el empecinado acecho.

Según las estadísticas, en los cimientos de Ciudad de México deben pulular no menos de 110 millones de ratas. Ciudad de La Habana hipotéticamente podría mantener bajo sus pies una población oscilando entre los 12 y 16 millones.

Las ratas necesitan solo dos cosas para reproducirse a gusto: albergue, que es cualquier agujero oscuro, y comida, en el entendido de que su omnivoracidad lo traga casi todo. Con casa y alimento, proliferan de forma fantástica. Pero si algo imprevisto amenaza, la rata en estado de gestación temprana logra la reabsorción de los embriones. Si la gestación es avanzada, aborta. Si anda de parto, pues simplemente devora a la cría y desaparece.

Una rata hembra logra tener un segundo parto sin acoplamiento, a causa de la retención de espermatozoides de un anterior coito. Es un fenómeno que aún la ciencia no llegó a explicar, y cuya investigación y esclarecimiento abrirá grandes puertas del futuro al ser humano.

HAZAÑAS DE UNA RATA

Una rata puede saltar 2,50 m de longitud y 1,20 de altura. Y caer desde un edificio de cinco plantas sin sufrir traumatismos. También nadar tres días o un kilómetro sin parar, o bucear largo rato a contracorriente. Para esos hábitos semiacuáticos, posee membranas en los dedos de las patas traseras.

La hipersensibilidad táctil de los bigotes la deja moverse con facilidad en la más impenetrable oscuridad. Puede resistir casi cualquier temperatura por encima de los 40 grados y no pierde reflejos por debajo de los ocho.

La capacidad destructiva de la rata es el resultado de que sus dientes crecen entre cinco y 10 cm al año. Ante esa contingencia no hay otra opción que roer sin descanso. Si se detiene sus propios dientes le rajan la boca.

Parte del roer lo invierten en socavar y abrir galerías, que unas veces conducen al alimento y otras solo provocan daños catastróficos. Las ratas tienen una sola dentición. O sea, desde pequeñitas están armadas ya con incisivos y molares que lo trituran todo, excepto el metal.

Una rata puede pasar por un orificio de tres cm o un tubo de cuatro, contrayendo todo su flexible esqueleto y semejando una especie de insaciable serpiente.

Al transitar, no importa sea sobre una mesa o por un cable, manguera, pared, las ratas impregnan las superficies de innumerables virus y bacterias, porque otro sorprendente rasgo suyo es que no paran de orinar y defecar, causa y efecto del hecho de que tampoco nunca dejan de tragar y beber.

Las ratas sufren el embate de piojos, chinches, sarna, pulgas y garrapatas, así como de otros microorganismos portadores de enfermedades. Peste, rabia, vesiculosa, fiebre maculosa, tifus murino, leptospirosis, triquiniasis, tiña, son algunos de los males trasmitidos al hombre por las ratas.

RATAS CONTRA SOCIEDAD

Entre unas veinte personas entrevistadas con respecto a las ratas, recogimos las siguientes impresiones. Una gran mayoría teme al roedor, por agresivo y dañino.

Otros temen por sus hijos. Hay quienes no le temen demasiado y se defienden con piedras y palos. Un pequeño porcentaje afirma que son muy escasas en sus barrios. Un grupo grande opina que deberían vender trampas para cazar ratas y ratones. Que el Estado o particulares deberían prestar servicios antirratas.

Algunos cuentan que consiguieron venenos, pero no el suficiente, o que por sus barrios repartieron veneno, pero hace mucho. Otros afirman que no disponen de nada para combatirlas y que aumentó el peligro de ser mordidos por ratas.

La casi totalidad de los encuestados aseguró que las ratas son enemigas de la salud y el hogar, pero también de la economía familiar y social.

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