LA BELLA Y LA BESTIA

Tanto como el oleaje del mar, se renueva también el concepto de belleza. Cambia casi furiosamente, de un año a otro, de una época a otra. De una clase social a otra, de un país a otro.  De un rostro a otro. De un carapacho a otro. Muchos péndulos trastocan o rectifican las verdades y mentiras con respecto a hermosura.

Cualquier desarrollo o re­traso cultural, económico, técnico o científico, modifica criterios.  Lo bello hoy y  aquí, en una latitud contigua y al día siguiente puede ser  feo o temido. Y yo me alegro por ellos porque no hay aburrimientos y sí debate abierto, y  porque la belleza estándar, globalizada, impuesta tecnocráticamente tiene en esa tradición un valladar de resistencia múltiple y constante.

Sobre lo antes ex­presado quizás podemos coincidir al menos una mitad de la humanidad. ¿Será así en verdad?

Desde hace varios  siglos, no obstante,  hombres de dife­rentes orígenes sociales y procedencias geográficas se pusieron de acuerdo para encontrar fea, y hasta aterrorizante,  a una criatura que responde al nombre vulgar de iguana.  En Cuba gozamos el privilegio grande de con­tar con la subespecie endémica llamada Cyclura nubila nubila, de la especie Cyclura nubila.

En los años primeros de la conquista de América a manos   de Europa, dos cronistas de Indias que tu­vieron estancia aquí, dejaron sus impresiones sobre la  iguana cubana. Oviedo, en su Sumario de la Natural Historia de las In­dias, escribió con mano conmovida: “Yu-ana es una manera de sier­pe de 4 pies, muy espantosa de ver”.

Por otra parte, Bartolomé de Las Casas, visiblemente turbado, borroneó:  “Esta sierpe, verdaderamente es sierpe, y cosa espantable, cuasi de  manera de cocodrilo o como un lagarto”.

Entretanto, noso­tros, luego de recorrer infinitos parajes del archipiélago y colectar testimonios sobre el reptil, sabemos que el 90% de los ciudadanos  de Cuba y los territorios contiguos, consideran a la iguana “un monstruo lleno de arrugas” o un “bicho feo” o “un ser al que, caramba,  la madre natura le proporcionó muy poca gracia”.

¿Recuerda usted que dijimos el 90%?  En el otro 10 contrario se incluyen herpetólogos, biólogos, naturalistas, etcétera. Y además este redactor, que declara su admiración por una criatura en realidad muy dotada de virtudes.  A mi me seducen su piel escamada y la airosa rigidez de sus ojeadas.

Se hace evidente, pues, que las profesiones y determinados contactos visuales pueden trasmutar el concepto de lo bello.  En Cuba, algunos especialistas dedicados al estudio de las iguanas consideran armoniosas, proporcionadas y desenfadadamente bellas a estas denigradas criaturas, que padecen además de una timidez y una mansedumbre casi sin límites.

El metro  80 centímetros que alcanza eventualmente en plena adultez, así como la apariencia blindada, la mirada hipnótica, las musculosas patas y la rugosa piel, no son más que atributos aparentes de una ferocidad o agresividad inexistentes.

La rea­lidad es otra bien distinta: se trata de un animalito que corre a esconderse en cuanto vislumbra la figura humana y que además puede ser fácil víctima  de gatos cimarrones y perros jíbaros.  Durante la etapa juvenil, resulta también una presa codiciada para algunas gloto­nas aves marinas.

¿QUÉ COMEN LAS IGUANAS?

Entre los manjares que paladean preferentemente, se anotan los alimentos de origen vegetal. En especial,  las cactáceas.  De los cactos se lo comen todo y muy en particular flores y frutos.   Y luego se chupan las pezuñas. La dieta de la iguana adulta se completa con otras plantas costeras, de las cuales ingieren cantidades sorprendentemente grandes.

No obs­tante su condición de herbívora, se observa que la iguana muestra cierta predilección por algunas carnes que  capturan con indudable facilidad: digamos peces o crustáceos muertos.

Mientras son jóvenes, por debajo de un peso y ta­maño y con la agilidad suficiente, se dedican incluso a perseguir y atrapar insectos y otras alimañas que les abastecen de la ape­tecida cuota cárnica.  Se  comprobó en iguanas sometidas a cautiverio, que la especie suele preferir la carne a otros ali­mentos, por lo que los herpetólogos terminaron por definirlas así: son generalmente herbívoras, pero oportunistas para la ali­mentación carnívora.  La experiencia dice, por otro lado, que la dieta a base de carnes les permite un creci­miento y desarrollo más acelerado.

Y es que, antes, para declararlas herbívoras, nadie consultó con las iguanas. La falta de diálogo humano y en general interanimal, conduce a erróneas conclusiones y prejuicios.

¿DÓNDE HABITAN LAS IGUANAS?

Las iguanas abundan en los cayos al norte y al sur de la Isla grande, así como en costas y zonas semidesérticas o de escasa humedad.  En la costa suroriental cubana, entre Guantánamo y Maisí, y en el sur de la Península de Guanahacabibes, en el extremo occi­dental, no es difícil contemplar a estos aparentemente torpes saurios, que llegado el instante decisivo no sólo corren con gran rapidez, sino que también están capacitados para saltar e incluso trepar a lo alto de un árbol.

Sucede cuando corren como  perseguidos. Dando evidente muestra de timidez y cobardía. Porque como perseguidores, digamos, de un insecto, de una mariposa, difícilmente consiguen tales hazañas.

¿Y QUIÉN ES MÁS FEO?

La  sorprendente velocidad con que se apartan las iguanas cuando divisan al ser humano, me hace sospechar que ellas nos consideran tan monstruosos como el 90 por ciento de nosotros a ellas.

Nos hallamos, sin duda, ante un abismo de incomprensión.  El concepto de la belleza debe alterarse también, sobre todo en una época de comprensión ecológica,  cuando se corresponde a la per­cepción de especies distintas pero increíblemente similares. .  Los ojos son especial y delicadamente para ver, no solo para mirar. Los ojos son para admirar, llegado el caso, y no solo para la sorpresa y el terror.

Por razones como estas y otras semejantes, y porque el breve terri­torio del planeta es o deber ser propiedad común de todos, sin excep­ción, resulta  ya necesario y casi inaplazable un acerca­miento entre  especies.  Y, de parte nuestra, la humana,  una altura y anchura mayores para elaborar o reelaborar, con  más eficacia, antiguas o rígidas ideas sobre la hermosura.

¿La iguana es bella o es bestia? Y cada uno de nosotros en realidad ¿qué somos?

Cualquier desarrollo o re­traso cultural, económico, técnico o científico, modifica criterios.  Lo bello hoy y aquí, en una latitud contigua y al día siguiente puede ser  feo o temido. Y yo me alegro por ellos porque no hay aburrimientos y sí debate abierto, y  porque la belleza estándar, globalizada, impuesta tecnocráticamente tiene en esa tradición un valladar de resistencia múltiple y constante.

Sobre lo antes ex­presado quizás podemos coincidir al menos una mitad de la humanidad. ¿Será así en verdad?

Desde hace varios  siglos, no obstante, hombres de dife­rentes orígenes sociales y procedencias geográficas se pusieron de acuerdo para encontrar fea, y hasta aterrorizante, a una criatura que responde al nombre vulgar de iguana.  En Cuba gozamos el privilegio grande de con­tar con la subespecie endémica llamada Cyclura nubila nubila, de la especie Cyclura nubila.

En los años primeros de la conquista de América a manos de Europa, dos cronistas de Indias que tu­vieron estancia aquí, dejaron sus impresiones sobre la  iguana cubana. Oviedo, en su Sumario de la Natural Historia de las In­dias, escribió con mano conmovida: “Yu-ana es una manera de sier­pe de 4 pies, muy espantosa de ver”.

Por otra parte, Bartolomé de Las Casas, visiblemente turbado, borroneó: “Esta sierpe, verdaderamente es sierpe, y cosa espantable, cuasi de  manera de cocodrilo o como un lagarto”.

Entretanto, noso­tros, luego de recorrer infinitos parajes del archipiélago y colectar testimonios sobre el reptil, sabemos que el 90% de los ciudadanos  de Cuba y los territorios contiguos, consideran a la iguana “un monstruo lleno de arrugas” o un “bicho feo” o “un ser al que, caramba,  la madre natura le proporcionó muy poca gracia”.

¿Recuerda usted que dijimos el 90%?  En el otro 10 contrario se incluyen herpetólogos, biólogos, naturalistas, etcétera. Y además este redactor, que declara su admiración por una criatura en realidad muy dotada de virtudes.  A mi me seducen su piel escamada y la airosa rigidez de sus ojeadas.

Se hace evidente, pues, que las profesiones y determinados contactos visuales pueden trasmutar el concepto de lo bello.  En Cuba, algunos especialistas dedicados al estudio de las iguanas consideran armoniosas, proporcionadas y desenfadadamente bellas a estas denigradas criaturas, que padecen además de una timidez y una mansedumbre casi sin límites.

El metro  80 centímetros que alcanza eventualmente en plena adultez, así como la apariencia blindada, la mirada hipnótica, las musculosas patas y la rugosa piel, no son más que atributos aparentes de una ferocidad o agresividad inexistentes.

La rea­lidad es otra bien distinta: se trata de un animalito que corre a esconderse en cuanto vislumbra la figura humana y que además puede ser fácil víctima  de gatos cimarrones y perros jíbaros.  Durante la etapa juvenil, resulta también una presa codiciada para algunas gloto­nas aves marinas.

¿QUÉ COMEN LAS IGUANAS?

Entre los manjares que paladean preferentemente, se anotan los alimentos de origen vegetal. En especial,  las cactáceas.  De los cactos se lo comen todo y muy en particular flores y frutos.   Y luego se chupan las pezuñas. La dieta de la iguana adulta se completa con otras plantas costeras, de las cuales ingieren cantidades sorprendentemente grandes.

No obs­tante su condición de herbívora, se observa que la iguana muestra cierta predilección por algunas carnes que  capturan con indudable facilidad: digamos peces o crustáceos muertos.

Mientras son jóvenes, por debajo de un peso y ta­maño y con la agilidad suficiente, se dedican incluso a perseguir y atrapar insectos y otras alimañas que les abastecen de la ape­tecida cuota cárnica.  Se  comprobó en iguanas sometidas a cautiverio, que la especie suele preferir la carne a otros ali­mentos, por lo que los herpetólogos terminaron por definirlas así: son generalmente herbívoras, pero oportunistas para la ali­mentación carnívora.  La experiencia dice, por otro lado, que la dieta a base de carnes les permite un creci­miento y desarrollo más acelerado.

Y es que, antes, para declararlas herbívoras, nadie consultó con las iguanas. La falta de diálogo humano y en general interanimal, conduce a erróneas conclusiones y prejuicios.

¿DÓNDE HABITAN LAS IGUANAS?

Las iguanas abundan en los cayos al norte y al sur de la Isla grande, así como en costas y zonas semidesérticas o de escasa humedad.  En la costa suroriental cubana, entre Guantánamo y Maisí, y en el sur de la Península de Guanahacabibes, en el extremo occi­dental, no es difícil contemplar a estos aparentemente torpes saurios, que llegado el instante decisivo no sólo corren con gran rapidez, sino que también están capacitados para saltar e incluso trepar a lo alto de un árbol.

Sucede cuando corren como  perseguidos. Dando evidente muestra de timidez y cobardía. Porque como perseguidores, digamos, de un insecto, de una mariposa, difícilmente consiguen tales hazañas.

¿Y QUIÉN ES MÁS FEO?

La  sorprendente velocidad con que se apartan las iguanas cuando divisan al ser humano, me hace sospechar que ellas nos consideran tan monstruosos como el 90 por ciento de nosotros a ellas.

Nos hallamos, sin duda, ante un abismo de incomprensión.  El concepto de la belleza debe alterarse también, sobre todo en una época de comprensión ecológica,  cuando se corresponde a la per­cepción de especies distintas pero increíblemente similares. .  Los ojos son especial y delicadamente para ver, no solo para mirar. Los ojos son para admirar, llegado el caso, y no solo para la sorpresa y el terror.

Por razones como estas y otras semejantes, y porque el breve terri­torio del planeta es o deber ser propiedad común de todos, sin excep­ción, resulta  ya necesario y casi inaplazable un acerca­miento entre  especies.  Y, de parte nuestra, la humana,  una altura y anchura mayores para elaborar o reelaborar, con  más eficacia, antiguas o rígidas ideas sobre la hermosura.

¿La iguana es bella o es bestia? Y cada uno de nosotros en realidad ¿qué somos?

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