Foto: Jorge Arturo Monjarás
El río es el cenote, es la caverna y también es el mangle, que es el arrecife.
A gritos y sombrerazos se ha logrado que el gobierno federal entienda, que los gobiernos locales no se metan, que los desarrollos turísticos “ecológicos” respeten la mayor parte del mangle y tomen sólo una porción de frente a la playa.
El mangle, el pantano, debe quedar tal cual: intransitable, inundado, hasta hostil y peligroso para los turistas, con todo y cocodrilos, víboras y alimañas. Aquí nacen muchas de las especies que luego viven en el arrecife, se filtra el agua, se mitiga el efecto de los huracanes tierra adentro, que es gran cosa en una tierra sin elevaciones donde guarecerse, se produce ese aislamiento que es el favorito de los turistas europeos, ésos que descubrieron Playa del Carmen y pintaron su raya con respecto de Cancún.
Europeos bien vestidos, mujeres bellas, elegantes que prefieren el negro, algo que parece tan raro en el Caribe. El turismo que levantó Playa del Carmen de la nada, una ciudad que se construyó sola, sin grandes planes de Sectur, que comenzó como un refugio y quizá guarida de fortunas mal habidas mexicanas y europeas.
En Playa del Carmen siempre hubo narco, pero del tráfico, más que del consumo, del lavado más que de la guerra, la cosecha, más que la siembra.
Dinero llama dinero, Playa del Carmen crece a ritmos de Quintana Roo, Playacar es donde viven los ricos de aquí y de fuera, separados por plumas y casetas de vigilancia. Pero dentro, una caseta y una pluma hacen un segmento más: Las casa de la playa es donde están las fortunas de mayor abolengo o de perdido cantidad.
La economía ya es trepidante en la Quinta Avenida, en la calle 12, donde están los antros y la gente, que recuerdan más a Miami Beach que a la costa mexicana. Las tiendas ya son de marca, nacionales o internacionales, junto con algunas locales que la hicieron. Aún así, enormes hoteles vacíos recuerdan el viejo origen, “¿quién crees que lava el dinero?”
Playa del Carmen, está llegando a su cúspide, pero aún no adivina su decadencia. Está a un pelo de volverse intransitable, la contaminación no se ve, pero de cuando en cuando se huele. Ya no es el tranquilo refugio playero para algunos cuantos conocedores… y sigue llegando gente.
Los que huyen siempre empiezan a voltear al sur, hacia Tulum, el camino es largo hasta Chetumal. Todavía hay opciones de real tranquilidad y pequeñas comunidades aquí, es cuestión de tomar el dinerito y comprar aún más lejos de Cancún.