LA ESFINGE DE LA GUAYABA Y SU PENETRANTE OLOR

CRIATURAS INSÓLITAS O DESAPARECIDAS

ESFINGE DE LA GUAYABA
Mima modulator

Entre las más de cien mil mariposas que engalanan las primaveras del tiempo, hay una que nos deja boquiabiertos. Se trata de la esfinge de la guayaba. Las esfinges son consideradas insectos musicales, por los sonidos que emiten al batir alas, percutir sobre una membrana del tórax o golpear con la cabeza duras superficies. La insólita esfinge toca además un instrumento de viento que improvisa soplando por la parte estrecha del embudo natural de la floración de la guayaba. Esa cualidad está reservada a las hembras. En cuanto una doncella rompe crisálida busca el espejo de cualquier gota de agua para comprobar belleza y se va a la flor más próxima y sopla con ganas, originando acordes que el macho percibe hasta a un kilómetro de distancia. El pretendiente, guiado por un par de millones de células olfativas de la nariz, es capaz de salvar ese abismo hasta la amada en menos de un minuto: el mejor tiempo registrado (con reloj manual) es de cuarenta y tres segundos y siete décimas, y ocurrió con viento a favor en la región de Popayán, en América del Sur. Cuando el galán se acerca, de sus alas emana ya un perfume a fruta madura que deja aleladas a las sopladoras de flor. Luego la pareja se une en cópula centelleante  e inicia un viaje nupcial que esparce sobre el monte el penetrante olor de la guayaba. Un entomólogo colombiano, F. Ariza, en texto delirante, se lamenta de no ser esfinge, porque su sueño, afirma, sería protagonizar uno de esos enfebrecidos vuelos. Se sabe que el acoplamiento de las esfinges es para toda la vida y no conoce treguas ni fatigas. Como es especie de gran longevidad, se dio el caso de individuos que esperaron hasta cincuenta y siete generaciones de mariposas para encontrar el  verdadero amor. Ocurrió también que algunas exigentes esfinges murieron de soledad y hastío mientras aguardaban el amado o la amada, olisqueando selectivamente a cada recién llegado. Es lástima que entre estas mariposas no abunden los novelistas, pues más de una podría redactar fulgurantes textos que describieran el  persistente e irresistible olor de la guayaba, o lo que es lo mismo, el invencible e incomparable instinto del amor.

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