Comencé a leer Intemperie con el escepticismo de quien llega a una obra de autor nuevo, del que no tienes referencias más que las buenas de contracubierta. En las primeras páginas tuve alguna que otra reticencia con determinadas estructuras del lenguaje que me parecían un poco trilladas. Sin embargo, a medida que iba leyendo, esa molestia se fue trocando en pasión.
El tema vuela sobre el hombre y su, a veces degradante, paso por la vida. Un niño huye de su casa porque no soporta a su familia. Sin embargo, las causas de su escapada no son lo importante, aunque levemente se dejan ver, quizás adivinar. El centro gira sobre la vida de este niño y un viejo pastor a quien se unirá, y la lucha por la supervivencia cuando atenazan peligros reales como los de la naturaleza, y otros más humanos como la avaricia del hombre.
Lo que hace de esta novela una excelente obra es la descripción detallada de las acciones que sus personajes ejecutan. Una tras otra, permiten comprender, sin explicaciones, las rudezas de la vida en la llanura desértica y las penurias del alma en esa lucha entre la dignidad y la violencia aprendida.
Es aplastante la honestidad con que el autor logra contar una historia y al mismo tiempo hace sentir que la vives, con escenas que se visualizan solas. Es un libro desgarrador, pero a la vez lleno de esperanzas, que llegan al final para ensanchar pulmones después de tantos suspiros.
Su autor, Jesús Carrasco, logra lo que muchos quisieran: darle un aire realista a la novela, auténtico, pero con personajes que pueden existir o no en una tierra y siglo cualesquiera.
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