El hombre en busca de sentido, Victor E. Frankl

La conversación sobre este libro surgió en un pequeño restaurante de mariscos en La Condesa, con mis amigos cubanos, más conocidos internacionalmente como Los Caballeros, el buen Carlos, y ese que nombra a todos por sus fenotipos, Luis. Era una tarde agradable y por alguna razón hablamos de la Logoterapia y de su padre, Viktor E. Frankl.

Unos días después, Carlos llegó a mi casa con “El hombre en busca de sentido” en la mano y casi me obligó a leerlo, diciéndome que me haría bien. Yo no estaba pasando por un buen momento. Lo de que me haría bien puede tener muchas interpretaciones. Creo que la suya era que cuando conoces las grandes penas del hombre, la tuya parece una mosca aplastada en un mundo de millones de moscas, moscardones e insectos superiores. Sin embargo, los primeros días de leer fueron terribles. Era enfrentar mi mal ánimo a las penurias vividas por el autor y millones de judíos en los campos de concentración nazi, y al análisis sicológico que este especialista hace de ello. Tuve que dejarlo a un lado e irme a otras lecturas: La vida está en otra parte, de Milán Kundera, que por no sé qué azares macabros, tampoco era un jardín lleno de flores contra los montes tristes.

Después, me dije, hay que terminar la tarea. Para entonces yo ya veía bien otra vez, y “El hombre …” fue otra cosa. Me ayudó ciertamente a poner la mirada en perspectivas y a reírme de mí misma. Además de un testimonio vivo y terrible, este libro es la introducción a otra escuela de la sicología: la logoterapia. Expresa que la fuerza que motiva al hombre es la lucha por encontrar un sentido a la propia vida. Se contrapone, así, al principio del placer, del sicoanálisis freudiano y a la voluntad de poder, de la sicología de Adler, de la que confieso, soy una ignorante.

Termino con un párrafo de la obra, compendio de un largo estudio de Frankl, que manifiesta lo que en palabras no soy capaz de decir, porque yo no estuve en un campo de concentración ni soy sicóloga, y mis pesares son tan humanos y triviales como lo de cualquier mortal:

“Nuestra generación es realista, pues hemos llegado a saber lo que realmente es el hombre. Después de todo, el hombre es ese ser que ha inventado la cámara de gas de Auschwitz, pero también es el ser que ha entrado en esas cámaras de gas con la cabeza erguida y el Padrenuestro o el Shema Yisrael en sus labios”.

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