De la serie Dramaturgia de las piedras

Apenas subsiste el esqueleto:
casi no está vivo. Enorme recompensa clavadas en los árboles: VIVO o MUERTO.
No lo conocían en las comisarías, NI de OIDAS, único riesgo de conocerlo, pero lo indagaban en bosques y cualquier recóndita torre, de marfil o no.

Pero él aún, de tarde en nube, suspira párrafos,
socava teclas, promueve alarmas y pasiones, versifica lágrimas y emociones de escépticos y eclécticos.

Sus optimistas desilusiones resuman esperanzas. Pesimismos son escritos, líricos,
con espermas de confianzas y nostalgias. Quien
no abarca no logra cambiar ni su brevedad. Quien
no duda no puede ni ser convencido. Traga su propia nuez en Navidad. Hoy, durante todo el día, poeta
se pasó la vida escribiendo tonterías.

Agotada su finalidad, se acerca el fin.
Al debilitarse subjetividad, enflaquece el sujeto.
Acuclillado en trono de cenizas deshila postrimerías.
Se aleja de frente o avanza de espaldas, sin resguardo, como pistolero bisoño en duelo con la parca.
Ofrece fuego a la fogata. Chistera dieciochesca, prótesis de gladiolo. ¿Temperatura a su espalda? Ochenta grados de volcán.

Protagonista en curso se va anonimando
hacia definitivos eclipses.
¿Dónde es el llanto, compañero?
De sopetón lanza papeles al viento o la fama. Cambia el clima de los asombros. Posteridad palidece y recoge del tacho inofensivas cuartillas y borrones.

Jirón de ninfas, santiamén de gatos. Algodones bienolientes. Siluetas especulares zarandean pañuelo. Espejo afónico, con luna dentro. Época ramplona y sombría: se apaga un temerario compañero de barricadas. Eclipse se contempla en montes y ciudades. Lanza claroscuros la Amazonia y proyecta sombras largas en la fluorescencia de los polos.

Colapsa de antigua tuberculosis
o tisis provocada por sed de metáforas y escasez
de anticuerpos, por la no presencia
de una bandeja rebosante de laureles. Ya mismo
él se lloró, indulgente y colérico, en lo íntimo
de sus escondrijos de papeles escritos y tintas minadas de olvido.

Antes, durante siglos, lo amenazó la métrica
con la muerte cerebral. Rima, en particular,
fue durante algún tiempo, pegamento
que mantuvo a flote su prestigioso y atribulado corazón.

¡Vivo o Muerto!
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